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en presencia de Dios ... El ofrecimiento ha sido hecho usque ad effusionem sanguinis". Amaba de tal modo a la familia franciscana que, sobre todo en los últimos años de su vida, sufría por el frecuente abandono de tradiciones antiguas y por la disminución de las vocaciones a la Orden. Apreciaba también de corazón el hábito franciscano y sufría cuando la necesidad le obligaba a abandonarle, aunque fuera por breve tiempo. Por este su apego al hábito, uno de sus compañeros le tomó una broma. El P. Honorato de San Giovanni Rotondo se acercó un día al P. Pío con un metro de sastre en la mano, quince días antes de la muerte. Le dijo que le iba a tomar las medidas para un traje, porque, con los cambios que estaban sucediendo, era prudente estar prevenidos. Con voz resuelta el padre contestó: ¿Has perdido el juicio? He vivido con este hábito encima y moriré con él. ¿Entendido? Hasta por las más humildes creaturas del Señor sentía un amor respetuoso, exquisitamente franciscano, que le llevaba a hablar con el perro del convento y sufría por un pájaro al que dio muerte un fraile "cazador", al cual le recordó: No era así como obraba San Francisco. Amarrado al deber de cada día, no visitó nunca Asís. Escri– biendo el 30 de diciembre de 1921 a Graciela Pannullo, le pronos– ticaba a ella y a otras terciarias franciscanas, que no estaba lejos el día "en que podréis gozar de una alegría paradisíaca, cuando lleguéis a Asís, ciudad toda ella franciscana, monumento elo– cuente del gran amor y,de la infinita caridad de nuestro padre San Francisco... Me felicito de saber que os postraréis, allá, en la iglesita de la Porciúncula, ennegrecida por el paso del tiempo, donde, durante siete siglos, la religiosa admiración y los besos de los penitentes han pulido como mármol o alabastro las rudas paredes; cómo late el corazón del reconocido peregrino que se detiene allí a orar con fervor". Y seguía describiendo la historia y la fe de los peregrinos. Evocaba el convento de San Damián, con Clara, "la dilecta hija primogénita de San Francisco". Además de Pietrelcina, que le recordaba a Asís, además del Gargano, que le recordaba la Verna, el P. Pío poseía profundas afinidades, interiores, con San Francisco. La Casa Alivio floreció como una repetición del amor de San Francisco por los leprosos. La predilección por la Virgen y por la iglesita de Nuestra Señora 330

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