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15 ELHOMBRE, EL FRANCISCANO Nada menos que un hombre Es siempre una empresa, de resultados problemáticos, la de querer conocer a un hombre hasta el fondo de su ser. Son tantos los repliegues del alma y sus manifestaciones externas, que la verdadera esencia de un hombre se nos escapa con frecuencia. Nos resbala entre los dedos cada vez que nos proponemos apre– sarla. Los rasgos existenciales que nos pudieran desvelar la humani– dad del P. Pío, era justamente él quien trataba de ocultarlos, aunque en ese mismo intento de ocultamiento descubrimos al hombre: el hombre escurridizo, difícil de captar. Con todo, algo traslucía que permitía, a los que vivían con él, trazar los rasgos de su perfil humano. Uno de estos compañeros suyos escribe: "A cuantos teníamos el privilegio de convivir con él, era éste precisamente el aspecto que más nos agradaba: ver en él al hombre, su manera de ser, fina, delicada, sensible, tierna. Pasar las recreaciones a su lado". El P. Pío es todo un hombre, un verdadero hombre, "que obraba con naturalidad, con sinceri– dad. Un fraile ajeno a toda pose ascética, un sacerdote sin postu– ras místicas, un confesor sin refinamientos espirituales". "Se nota que actúa con la mayor sencillez y naturalidad. Y por ello estoy persuadido de que era un santo. Los santos son humanos, tienen defectos y debilidades. No son como acostumbramos soñarlos. Ni formalistas, ni bizantinos, ni barrocos. Son sencillos, rectilí– neos, espontáneos. Así he visto yo al P. Pío". Un rasgo del perfil humano del P. Pío es la sinceridad, la franqueza. 317
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