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son constantes. Con todo, da la impresión de que no sufre". 27 de febrero de 1959: "Sufrimientos espirituales y físicos con heroica resignación a la voluntad del Señor, hasta con alegría". 14 de octubre de 1960: "Ha sufrido y sufre por amor de Dios y por muchos motivos... pero siempre está resignado en la volun– tad divina, porque está seguro del bien que se seguirá a la Obra de Dios. El padre escribió al Vicario de Cristo que está pronto a cumplir hasta el más insignificante deseo del Supremo Pastor y le agradece la idea de dar a la Clínica una estabilidad jurídica". 25 de junio de 1961: "Durante varios meses los periódicos vienen hablando en pro y en contra de la clínica y del convento. El P. Pío tuvo que sufrir, y nosotros también... Pero conocemos que lo ha permitido Dios y todos hacemos su voluntad, que sabe sacar bienes de los males". Después de estos años y de estos hechos tempestuosos, una pérdida muy grave entristeció al P. Pío: la muerte del P. Agustín, ocurrida el 14 de mayo de 1963. En el torbellino de tantos acontecimientos, de tantas interven– ciones, el capuchino estigmatizado, con más de 70 años, continuó su trabajo en bien de las almas. La suya, mientras tanto, vivía una hora de desorientación y de amargura, en medio de los opues– tos pareceres de los hombres, que se movían en su derredor con intereses -con frecuencia- muy distintos de los suyos. También en este decenio de padecimientos -en el que su entrega a las almas fue más intensa- el P. Pío se confirmó en que la gozosa conquista de las almas para Dios se paga a precio muy alto: con lágrimas y sangre. Sobre la puerta de la celda n. 0 1 del P. Pío aparecen estas palabras, tomadas de "La imitación de Cristo': y que son un compendio de toda la vida del fraile de Pietrelcina: "La cruz está siempre a mano y te espera en todas partes". En el escudo de San Giovanni Rotondo, bajo las tres torres que recuerdan los tres poblados antiguos de San Egidio, de las Perni y del Castillo, se eleva la rotonda del templo de San Juan Bautista. A sus pies se recuesta --en actitud de víctima- un corderito con bandera, símbolo del Bautista, patrón del pueblo. Al P. Pío le vemos así: colocado en San Giovanni Rotondo como cordero inocente, víctima de la maldad humana, para quitar los pecados del mundo y para conseguir -con Cristo crucificado y resucitado- la victoria sobre las fuerzas del mal. 315
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