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dentes indiscreciones de quienes tenían .el deber de callar. Para frenar esa prensa irresponsable, que turbaba su vida de oración y de ministerio sacerdotal, se hizo oír más tarde la voz del P. Pío. Al firmar una declaración, el 16 de diciembre de 1964, sabía que ponía fin a la virulencia periodística, cuyas noticias definía como "fantásticas", acerca de la situación del perseguido. Deploraba la falsedad de tales noticias; poniendo a Dios por testigo. "Disfruto de plena libertad en mi ministerio y no sé que tenga enemigos ni perseguidores... En los superiores de la Orden y en las autoridades de la Iglesia encuentro comprensión, aliento y protección, y no tengo necesidad de otros defensores fuera de Dios y de sus legítimos representantes". Aseguraba que escribía esto "por la verdad y la justicia, para evitar falsedades que hacen daño a la Iglesia y a las almas, y contristan mi espíritu, que no quiere otra cosa más que el bien de todos y la gloria de Dios". La documentación que existe echa por tierra la calumnia de que esa declaración haya sido formada por el P. Pío "forzado", "obligado", "en virtud de la santa obe– diencia". Aparte del revuelo de la prensa, que era motivo de tantas preocupaciones, declaraba -con silenciosa aceptación- una res– ponsabilidad prudente y noble. La insana propaganda pesaba sobre el alma del P. Pío, al que amargaban la existencia. Con t.odo, le decía a su superior: -¿Qué puedo hacer? Pido a Dios que me lláme pronto y me libre de estas molestias. Cuando descubrió la presencia de los micrófonos, instalados en un lugar donde conversaba con algunos que creía "incondicio– nales", el padre expresó su amargura con estas palabras: - ¿Hasta esto llegamos? Cuando se le informó de las preocupaciones tomadas con respecto a él, la actitud del P. Pío fue la habitual en él, la obe– diencia. Nos lo describe su superior, el P. Rosario de Aluminosa, un hombre curado de prejuicios y de fanatismos , en una carta desde San Giovanni Rotondo, el 4 de mayo de 1961: "He comu– nicado... al P: Pío... cuanto le atañe. El P. Pío recibió las órdenes con espíritu de humildad y de obediencia, sin presentar ninguna objeción". En lo de reducir el tiempo de la misa, el padre observó: -Dios es testigo de que me gustaría hacerlo como los otros, 313
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