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La visita apostólica de 1960 El 22 de julio de 1960, el Santo Oficio nombró a Mons. Car– los Maccari visitador apostólico del convento de San Giovanni Rotondo y de la Casa Alivio. Esta visita apostólica la había pedido -con valentía y con amor- el P. Clemente de Milwau– kee, superior general de los capuchinos, en una carta al Papa del 14 de abril de 1960. En ella el P. Clemente daba cuenta de una "situación peligrosa", de una "situación grave", a la que había que poner remedio a tiempo. Las dificultades se referían sobre todo a la obra de la Casa Alivio. Pedía cuanto antes una visita apostólica, la única solución eficaz y total. El 16 de agosto el visitador, para organizar más disciplinada– mente el acceso de los penitentes al P. Pío, señaló algunas normas acerca de la entrada y la permanencia en la primitiYa iglesia, en la que estaba el confesonario del P. Pío. Mandó que el acceso entre esa vieja iglesia y el nuevo templo quedara cerrado por dos canceles. Fueron estos inocentes canceles los que desataron la fantasía de la prensa, la cual escribió sin recato y sin ter.er informes responsables, acerca del P. Pío prisionero, encarcele.do , vigilado día y noche despiadadamente, con sistemas de persecución me– dieval, con tiranía cruel, en poder de un "guardián" cómitre, carcelero, hombre sin corazón y hasta sádico. El fraile de las llagas aparecía como rodeado de gente comilona y de incondicio– nales, de perseguidores y de defensores. Después de la visita llegaron otras normas, más rigurosas. Recordemos las principales: obligar al P. Pío a la regular obser– vancia conventual; prohibir a los sacerdotes, y más a los obispos, ayudar la misa del padre; cambiar todos los días el h)rario de sus misas; respetar la distancia entre el confesonario del padre y los fieles; lograr que se evitase la excesiva asiduidad de los devotos del lugar -sobre todo de las devotas- al confesonario del padre; prohibirle recibir a mujeres solas, tanto en los recicidores como en otros lugares; invitar al padre a celebrar la misa dentro de los límites normales de tiempo, a lo sumo de 30 a 40 minutos; impedir actos que den la impresión de que se le da culto a la persona del padre. De esta visita apostólica la prensa se despachó a gusto, aireada por quienes tenían intereses que defender, alimentada por impru- 312

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