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siempre con suficientes garantías de credibilidad. Desaprobaron anuncios publicitarios y toda clase de propaganda que tendiese a promover la afluencia de fieles a San Giovanni Rotondo. Decla– raron que nadie, fuera del convento o ajeno a él; estaba autoriza– do a responder en nombre del convento y, mucho menos, en nombre del P. Pío. Decretaron que no debían tenerse en cuenta respuestas o dichos atribuidos al P. Pío, transmitidos por tercera persona. En los años 1955-1958 fue motivo de sinsabores la clamorosa, escandalosa y desconcertante campaña de la prensa, nacional e internacional, que estalló como consecuencia de la bancarrota del banquero Juan Bautista Giuffre, y de la petición de préstamos hecha por los capuchinos -siempre por medio del P. Pío- a la Casa Alivio. Esta campaña denigrante llegó al colmo en los años sucesivos, 1959-1965, inventando hechos, tergiversando documen– tos, insertando otros escándalos, comprometiendo a la Santa Sede, a la Orden capuchina, al obispo de Padua, por algunas medidas disciplinares en su diócesis, a algunos eclesiásticos y capuchinos, por causa de micrófonos y magnetófonos colocados en la hospedería y en la celda n. 0 5, donde el P. Pío conversaba con algunos "incondicionales", que pretendían ser los árbitros. Esta explosión de la prensa fue tanto más dolorosa por cuanto se aseguró que algunos -de los más próximos al P. Pío- habían contribuido a orquestar el ruido de los periódicos y semanarios. También fueron causa de disgustos, en los primeros días de julio de 1959, los intentos de la Casa Alivio de ingresar en la propia clínica al P. Pío, que padecía de la pleura como conse– cuencia de la pleuritis sufrida. Los capuchinos, en cambio, le querían curar en el convento. El padre, aun prefiriendo que le atendiesen en el convento, "donde-decía-quiero-morir", lo dejó a lo que decidieran los superiores. En muchos periódicos se sucedían noticias a montones, autén– ticas invenciones periodísticas, que atribuían afirmaciones, di– chos, profecías al P. Pío, para desmentirlo inmediatamente. En 1960 se sumaron otros sufrimientos por motivo de la Casa Alivio, donde parecía que las cosas no marchaban nada bien, incluso porque la correspondencia dirigida al P. Pío (en la que, con alguna frecuencia, venían casos de conciencia), en la Casa Alivio iban a parar a otras manos y la leían seglares. 311
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