BCCCAP00000000000000000000448

fue al lado de la cabecera de la moribunda, y, tendido sobre un camastro, permaneció allí casi tres días en un estado de absoluta postración ... Después de la muerte de la madre, sufre algo más que antes, habiéndosele producido, según dicen los médicos, tras– tornos cardíacos". A los 86 años murió Horacio, el padre del P. Pío. El simpático viejecito, que había consagrado toda su vida a la familia y al trabajo, pasó los últimos años en San Giovanni Ro– tondo, en casa de la americana María Pyle. También él quería terminar sus días entre los brazos de su hijo sacerdote y estigma– tizado. También a. él le profesaba el P. Pío un afecto muy marca– do. Una foto le sorprendió junto al lecho del padre, en los últimos días de su vida, mientras le tapa con su mano escondida en el medio guante. Horacio murió la tarde del 7 de octubre de 1946. En la capilla del cementerio de los capuchinos, el 8 de octubre de 1956, el cadáver de Grazio (Horacio) Forgione fue colocado al lado del de su esposa Josefa. Sobre la losa esculpieron un árbol de amplias ramas, como para significar al hijo sacerdote, que alarga los brazos para proteger su eterno descanso. Lo dice la inscripción: "De tu raíz surgió la planta / que se levanta hacia el cielo / y expande hasta los confines de la tierra / los ramos cargados de frutos, acogiendo bajo su bendita sombra / a todos los que sufren en el alma o en el cuerpo". Otro luto doloroso fue el de la muerte de su hermano Miguel, en San Giovanni Rotondo, al mediodía del 9 de mayo de 1967. Nacido en 1882, tenía 85 años. Los veinte últimos los había pasado al lado del P. Pío, después de la muerte de su mujer y de la boda de la única hija, Pía, con el profesor Mario Penelli. De cuando en cuando hacía alguna escapada a Pietrelcina, donde conservaba tantos recuerdos y afectos. Los dos hermanos se veían en el convento casi a diario. Mi– guel, mientras tuvo salud, no faltaba nunca a la misa de su her– mano. La última vez que el P. Pío le visitó, ya enfermo, fue el 12 de junio de 1966. Cuando tuvo la noticia de su muerte, el P. Pío sufrió, aunque sin cambiar en nada su diaria actividad en el confesonario. Todos sus seres queridos -excepto su hermana Gracia (Sor Pía), reli– giosa de Santa Brígida- le precedieron en el viaje a la eternidad. El 10 de mayo, desde su habitual sitio en la tribuna, el P. Pío asistió al funeral, con la bufanda al cuello y el rosario en la mano. 306

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz