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Tizzani, sacerdote apóstata, amontonado, el P. Pío supo por la hija de Tizzani que éste estaba muy grave. El padre corrió junto al lecho del enfermo. Quedaron los dos solos, con Dios. Tizzani se confesó, lloró sus pecados y lloró también por el consuelo de haber encontrado un sacerdote que representaba para él la mise– ricordia de Dios. Poco después murió. Se alegraron sinceramente todos los de Pietrelcina al saber que el maestro había muerto reconciliado con Dios. El que más gozaba era aquel novel sacerdote, que no olvidó en toda su vida esta primera pesca milagrosa de su sacerdocio. "Cada vez que recordaba este episodio, levantaba los ojos al cielo y se emocio– naba hasta no poder casi hablar, mientras imploraba la divina misericordia. Lo que desgarraba su alma Con las alegrías de su vida y de su ministerio se entralazaban sufrimientos, grandes y chicos, algunos totalmente secretos y otros conocidos de algunas personas . La pérdida de las personas queridas llegaba al fondo de su alma sensible. Fueron verdaderos desgarrones del corazón. El 3 de enero de 1929 murió .su madre. El 7 de octubre de 1946, su padre. El 9 de mayo de 1967, su hermano Miguel. Su madre Pepa, cuando el hijo se hizo célebre sin pretenderlo, siguió viviendo en Pietrelcina, entre las piedras toscas del "Cas– tillo", desconocida, con sus mismas costumbres de aldeana, te– miendo y temblando - como verdadera madre cristiana- por la labor sacerdotal del hijo. María Pyle la había recibido en su casa de San Giovanni Rotondo el 5 de diciembre de 1928. De este modo la madre vivía cerca del hijo estigmatizado -al que no veía hacía cuatro años-, deseosa de pasar unas navidades con él y de poder morir teniendo el hijo a su lado. A pesar del frío gélido del Gargano, la noche de Navidad asistió a la misa de gallo, celebrada por el hijo. Una pulmonía doble y una tos persistente la obligaron a guardar cama apenas pasadas las navidades . Los médicos se mostraron preocu– pados. 304
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