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fe o de desesperación: tira a la criatura sobre el altar del santo. El niño enfermo se levanta solo. Está completamente curado. A la madre, que apenas da crédito a lo que ve, no le queda más que gritar, gritar para proclamar su alegría y su agradecimiento. En el santuario se arma un revuelo: todos se empujan hacia el altar, todos cuentan lo sucedido, todos quieren ver para creer. Es un gentío incontrolado. Con entusiasmo de meridionales se comien– zan a tocar las campanas para anunciar aquel hecho estrepitoso. Al llegar a este punto del relato -asegura el P. Rafael- el P. Pío derramaba lágrimas abundantes, sin añadir una palabra más. El P. Rafael apunta el milagro de San Peregrino "como el preanuncio de tantas cosas misteriosas que en adelante la Divina Providencia obrará en el futuro P. Pío". El escudo de Pietrelcina parece ofrecer un resumen biográfico del futuro P. Pío, pronosticado ya en los primeros años de su vida. Será también él como la encina, árbol robusto, brotando en la roca de "Piedra pequeñita': que resiste heroicamente con hu– mildad, en tanto que se abre y se eleva hacia el Altísimo, a pesar de la serpiente en espiral, símbolo del mal. 32

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