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Nacidos en San Giovanni Rotando, al lado de la Cása Alivio, los Grupos debían conseguir aquella unidad espiritual con que los había promovido el P. Pío. Al ir surgiendo por las diversas partes del mundo, cada Grupo debía autodeterminarse, con vida propia, de acuerdo con el obispo de la diócesis y bajo la dirección espiritual de un sacerdote asistente. Centrada esencialmente en la oración y en la caridad, la vida del Grupo debía desarrollarse en una postura tantas veces recomendada y recordada por el P. Pío: de sincera obediencia a la Iglesia. Estos Grupos de personas, que se reunían para orar en común bajo la dirección de un sacerdote, tenían un carácter totalmente privado. "Por ese su carácter privado -se precisa en abril de 1952- no se ha juzgado necesario obtener la aprobación ecle– siástica, por cuanto se ha creído que no se precisa dicha aproba– ción para reunirse en oración con un sacerdote, el cual se consti– tuye en intermediario y mediador entre los fieles y Dios, ofrecien– do el santo sacrificio, y su oración personal junto con la de todos los fieles . Ninguna autoridad eclesiástica les ha apoyado, permitido, aprobado, porque no tienen, y no deben tener, forma de asocia– ción. Se trata de una reunión completamente privada de fieles que quieren rezar en común... Los Grupos de oración se reúnen en centenares de ciudades y pueblos de Italia y del extranjero. En muchas localidades han sido los mismos obispos los que han designado a los sacerdotes asistentes". La postura era inequívoca: "Si la autoridad eclesiástica local no aprobase los Grupos, no queda más que una solución: obede– cer inmediatamente y dar de lado a cualquier actividad, abste– niéndose en absoluto de hacer comentarios o la menor recrimina– ción". La conclusión no ofrecía dudas: "La santa Iglesia es nuestra Madre común, a la que debemos la obediencia más total y reve– rente". La recomendación esencial, repetida en diversas ocasiones por el P. Pío y por D. Juan Carlos Setti para los Grupos que le había encomendado en 1960, era casi siempre la misma: Que vivan unidos, que no se cansen de hacer el bien, y que se muestren obedientes y respetuosos en todo a la jerarquía. Que sean cons– tantes y perseverantes. Cuando alguno pedía al P. Pío poder erigir Grupos de oración y le exponía sus titubeos, por encontrar obstáculos por parte del 288

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