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celestial para que, o termine con el mundo o termine con esta iniquidad". Se compara a Moisés, que implora tantas veces, "por no decir siempre": "Perdona a este pueblo". Hay un detalle que el P. Pío encuentra corno "un fenómeno curioso" en su oración: se olvida de las personas que se le han encomendado, y tiene delante a personas concretas, desconocidas, por las cuales se siente impulsado a orar. Por ejemplo, el 20 de diciembre de 1913, escribe: "En la oración me sucede que me olvido de pedir por los que se me han encomendado (aunque no por todos) o por los que tenía intención de rezar. Me esfuerzo, antes de ponerme en oración, por encomendar, por ejemplo, a tal o cual persona, pero tan pronto corno me adentro en la oración, mi mente se queda en un vacío total y no queda en mí ni el menor rastro de lo que tanto me preocupaba. Otras veces, en cambio, me siento movido, estando en ora– ción, a pedir por quienes nunca había tenido intención de hacerlo, y en ocasiones incluso en pro de personas a las que nunca conocí, ni vi, ni oí, y que nadie me recomendó, ni siquiera por tercera persona. Y tarde o temprano, el Señor escucha siempre esta ora– ción. La vida de oración constituía el centro de gravedad de su apostolado, era la clave de bóveda que daba consistencia a su edificio espiritual, era el cumplimiento de una de las preocupa– ciones más eficaces en la realización de su misión. Pablo VI, en la audiencia concedida el 20 de febrero de 1971 a los definidores generales de los capuchinos, definió con exactitud al P. Pío: "Era un hombre que oraba y sufría". Así le vieron rezar Cuántos de sus hermanos de religión, cuánta gente, que subió a San Giovanni Rotondo, descubrieron el verdadero rostro del P. Pío y han entrevisto, sin llegar a calar en ello, el secreto de su oración. Aquel fraile parecía, no sólo "un hombre que reza", sino "el hombre hecho oración", tal corno definió Celano a San Fran– cisco de Asís. Para el P. Eusebio de Castelpetroso -que durante 279