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mundo es Dios. Le contempla, le alaba, le pide, le aplaca. Su vida es, sobre todo, vida de oración, de coloquio ininterrumpido, dulce y obstinado, con Dios. La oración le abosrbe todo su tiempo. Le asegura al P. Benito el 7 de abril de 1915 que no redoblará sus oraciones por él, porque "créame, que esto no lo podré hacer, pues hasta me falta tiempo para ello, teniéndolo todo ocupado en la oración y en acordarme de usted y de otras almas en la presen– cia de Dios". Se le pasa el tiempo rezando. Se lamenta de la escasez de tiempo, tan grande es su afán de oración. O esta otra confidencia al mismo P. Benito , desde Pietrelcina, el I de noviembre de 1913: "Me parece que el tiempo huye velozmente y nunca tengo el suficiente para orar". Incluso la lectura de libros buenos es breve, porque se transforma en oración. "Leo, pero bastante poco ... porque en cuanto abro el libro me encuentro, después de una breve lectura, profundamente recogido , de modo que la lectura se convierte en oración". Más que fijar la mirada en el libro, prefiere fijarla en Dios. Dijo en cierta ocasión: "En los libros se busca a Dios. En la oración se le encuentra". Desde Foggia, el 27 de febrero de 1916, asegura al P. Agustín: "Rezo de continuo", aunque sea una oración a ras de tierra, tan convencido está de su nulidad . "Mi oración no se elevará nunca de este bajo mundo. El cielo, padre mío, me parece de bronce". Y el 20 de diciembre de 1910 le escribía al P. Benito: "Nunca me cansaré de acud ir a Jesús", aun admitiendo que sus oraciones "son más bien dignas de castigo que de premio", por reconocerse responsable de "innumerables pecados". A finales de enero de 1922 le repite al P. Benito que su oración es asidua, por más que "ningún rayo de luz" le llegue de lo alto, y que "su constante petición de ayuda al Altísimo le haya resecado la garganta, que su oración no le sirva 'de nada'". Aunque reza y desea rezar, experimenta dentro de sí "un abandono de vaciedad ... , que causa horror pensarlo cuando se está dentro". Por eso el 4 de junio de 1918 confiesa: "Mi oración es el tormento de dolores y de penas mortales, que causa horror sólo el pensarlo... No sé si mis oraciones lo son en realidad, o si son agudos resentimientos que el corazón desahoga con Dios en el colmo de su dolor". Pero también la oración es ·para él fuente de gozo. En una carta del 16 de marzo de 1914 escribe: "En cuanto me pongo a 276

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