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Enfermos curados El padre no perdía de vista la vida y el desarrollo de la Casa Alivio. Se preocupó cordialmente de los que vivían en ella, estan– do al lado de su dolor con su oración y, también, visitándoles alguna vez. Se sentó a la cabecera de algún enfermo grave. Se encontró con docenas de enfermos en los pasillos. Varias veces impartió la bendición eucarística en la capilla de la Casa, en algunas festividades. Celebró alguna vez la misa. El mismo lleva– ba el Santísimo en procesión por todos los departamentos. Cono– cía a los enfermos a los que la Casa pretendía confortar. Su corazón, de vastos horizontes, como el de Crist::>, abarcaba el mundo entero. Conseguía de Dios la salud para los que la habían perdido. La prensa dio cuenta repetidas veces de curacio– nes de enfermos que se habían encomendado al fraile enfermo de San Giovanni Rotondo. La primera relación periodística sobre el P. Píe, publicada por Renato Trevisani en II Mattino de Nápoles del 20-21 de junio de 1919, llevaba un título a toda página: El homb~e que hace milagros. Trevisani refería algunos, recogiendo la relación de labios de los mismos curados y citando nombres y apellidos de testigos oculares. Por ejemplo: Pascual de Chiara, 36 años, canciller del juzgado de San Gio– vanni Rotondo, oyó que el P. Pío le mandaba tirar el bastón que usaba para andar. Después de tres meses de cama y de cuidados, arrastraba la pierna izquierda, dislocada por una cdda el 11 de noviembre de 1918. Camina, le dijo el P. Pío. "Yo, declara el paciente, sentí un fuerte calor en el pie que, al p•)CO rato, se extendió por todo mi cuerpo, y ahora camino bien, sin necesidad de apoyarme en nada". También su niña de tres años, Italia, afectada de parálisis infantil, dejó por mandato del P. Pío el aparato ortopédico que llevaba en las piernas y se mantuvo en pie por sí misma. Pascual Urbano, 62 años, corredor, de Foggia, dejó las mule– tas que necesitaba para mantenerse en pie. Se había caído de un tílburi el 7 de mayo de 1917, con dislocación de la pierna derecha, lo que le causaba enormes dolores. Médicos y medici:1.as le habían servido de muy poco. El P. Pío, después de confesarle, le mandó: Levántate y vete. Tienes que tirar esas muletas. Así lo hizo. 270
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