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vid ores: los capuchinos, que allí prestaban su asistencia espiritual. Los médicos, seleccionados por el profesor Pedro Valdoni, que curaban a los enfermos. Las hermanas Misioneras Celadoras del Sagrado Corazón, de Verona, y las enfermeras de la Cruz Roja. Los otros enfermeros y auxiliares, que iban y venían por los pasillos . Las mujeres de San Giovanni, que se encargaban de los trabajos menos llamativos y más pesados . En una palabra, todo el que se movía en la Casa, lo hacía por vocación, nunca por interés. Cumplía una misión. "Vosotros - son palabras del P. Pío a los médicos el 6 de mayo de 1956 - sois los que tenéis la misión de curar a los enfermos; pero si a su Iécho de dolor no lleváis amor, no creo que las medicinas sirvan de mucho. Sé algo de esto: mi médico --estando enfermo en 1916-1917- cuando me iba a curar, ante todo me llevaba una palabra de aliento. El amor no puede pres– cindir de la palabra. ¿Pues cómo lo ibais a manifestar sino con palabras que animen espiritualmente al enfermo? Que los enfer– mos encuentren a Dios. Será más eficaz que cualquier otro reme– dio". Y en mayo de 1957: "AIIJergados aquí médicos y sacerdotes, serán una reserva de amor que, cuanto más abundante sea en unos , más se comunicará a los otros. Los sacerdotes y los médi– cos, vinculados a su ejercicio de caridad hacia los cuerpos enfer– mos, sentirán el estímulo acuciante de permanecer en el amor de Dios . Para que ellos, y los atendidos por ellos, se mantengan unidos en él, que es Luz y Amor". Ya el 8 de mayo de 1955, cuando se reunieron en Roma eminentes clínicos y técnicos en un Congreso para discutir los problemas referentes a la organización y actividades de la clínica, la finalidad de la misma quedaba definida por el profesor Fran– cisco de Raimondo, de la Universidad de Bari: "Asistencia total al enfermo, prestación personal al nivel más alto posible de perfección, junto a un acercamiento terapéutico a la personalidad psicofísica del enfermo de parte del médico. Este debe preocuparse de éJ ante todo como de un hombre, dedicando todo el tiempo a los que le han sido confiados. Esta asistencia integral sólo puede llevarse a cabo dentro del sentido fraternal predicado por Cristo. De aquí la exigencia de unos peculiares requisitos morales y espirituales de todo el personal". 267

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