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decepciona nunca. Se recogieron... otras piedras. El doctor Kirs– varday anotaba las primeras entradas en un cuaderno escolar. El 10 de enero de 1940 el capital ascendía a 967 liras. Hubo una verdadera lluvia de ofertas de todo el mundo. Un ciego, Pedruco de San Giovanni Rotando, ofreció dos liras; el obrero ítalo-americano de Nueva York, Mario Gambino, fue enviando sucesivamente dólares, que formaron el fondo "Mario Gambino" para los enfermos pobres. Manuel Brunatro envió millones desde Francia. De Estados Unidos, Bárbara Ward, es– critora inglesa, consiguió una asignación del fondo UNRRA, en memoria de Fiorello La Guardia, originario de la Pulla, ex alcalde de Nueva York. Otros, ricos y pobres, italianos y extranjeros, dieron de corazón más o menos, movidos por las palabras bíblicas escritas en una llamada a los católicos de Italia y del mundo: "El que se compadece del pobre, presta a Dios". Podemos decir que la monedita de oro, en tas manos del P. Pío - como el pan en las manos del Señor- se multiplicó providencialmente. Para la institución hospitalaria llegaron dóla– res, libras esterlinas, francos, marcos, liras, céntimos. Los más pobres y los más ricos rivalizaban en generosidad . Al cumplir diez años la Casa Alivio, el 5 de mayo de 1966, el P. Pío recor– dará: "Mirando hacia atrás, a sus humildes orígenes y pensando que todo brotó de la nada, resalta con mayor relieve el milagro de la fe y de la caridad", y dará las gracias a sus hijos de todo el mundo, "instrumentos en las manos de Dios para la realización de esta Casa", por la generosidad, por los sacrificios realizados, por el interés y presteza demostrados. Yhacía falta dinero: era preciso perforar la roca del Gargano con pico y pala, con minas y perforadoras, para abrir espacio. Era preciso construir. Había que distribuir el espacio según las exigencias clínicas. Un plan de fantasiosos, pensaban algunos. Una "locura hermosa y buena" como se llamó a aquella decisión de levantar un hospital sobre una montaña, al margen de las vías de comunicación, de erigirlo derribando, piedra a piedra, la roca montañosa. Y con esto poco de Providencia en las manos - minimizado por la devaluación de la lira- se abrió la marcha con decisión, apenas terminada la guerra mundial, con una paz que permitía a Italia salir a flote de sus desastres y destrucciones, aunque se perfilasen confusamente los trastornos de la postguerra. 261
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