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ganismo debilitado, se va acabando día tras día. Son etapas do– lorosas - una especie de viacrucis- que se multiplican, acrecen– tando su decaimiento, su dolor, su extremada debilidad. El P. Rosario de Aliminusa - que fue su superior je septiem– bre de 1960 a enero de 1964- recuerda la debilidad del P. Pío: "Parecía estar siempre en el último extremo de las fLerzas y era una continua espera de la muerte". Al darle las buenas noches, muchas veces el P. Pío añadía: "Encomiéndeme al Señor, porque no sé si llegaré a mañana por la mañana". - "No tenía miedo a la muerte, pero la sentía a su lado, dispues– ta a arrebatarlo de un momento a otro... Su cansanci::> llegaba al máximo al caer el sol". Solía decir que "sus fuerzas a:1daban por el sol". Era incapaz del menor esfuerzo físico. "No se tenía en pie e instintivamente tendía a apoyar su mano en el _ho:nbro de su interlocutor. Era incapaz de levantar un peso, aunque fuera insig– nificante. Así, por ejemplo, una vez le regalé un rosa:-io nuevo... Lo usó unos quince días y luego me lo devolvió, diciéndome que era demasiado pesado y que no podía con él". A veces dejaba a su interlocutor, con esta excusa: Tengo que marchar, porque no me tengo. La tarde del viernes santo de 1963, el padre rompe a llorar: No llego a la pascua, no puedo más.,. Siento que por wdas partes me dan golpes de martillo. Mi vida es toda ella una ft:ama. El 13 de agosto de 1965 confesará: Me encuentro muy mal, dando a entender al otro que se fuese. Después de la misa del 20 de agosto de 1965 se siente muy mal. Aconsejado cariñosamente por los religiosos que no bajase a las confesiones, contestará: ¿ Y la obligación? Tam-'Jién el 3 de septiembre, ante las mismas insistencias, comentará: Hay que trabajar... La confesión primero es un trabajo: después, cuando uno no lo siente, es un sacrificio. El P. Marcelino de Casacalenda, con fecha del 27 de septiem– bre de 1965, anota: "El P. Pío, cuando camina, lo hace a rastras. Da pena verle subir las escaleras". Es el arrastrarse de un hombre con los pies llagados, con un cuerpo plagado de maks y muerto de cansancio, sumado todo al peso de sus ochenta años. En marzo de 1968, para evitar el malestar cuando camina, usará una silla de ruedas , en la que se traslada a su puesto de trabajo como celebrante y confesor. Así tirará adelante hasta la noche de su muerte. 256
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