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a la sombra de este árbol, se verán libres del mal. Si se humillan, recibirán de este sacerdote consejos y frutos de vida eterna... Su misión se extenderá por todo el mundo y muchos vendrán a refugiarse a la sombra de este místico árbol para poseer frutos de gracia y de perdón'". Los hechos del decenio 1923-1933 y la cola que trajeron ha– bían sido como vientos impetuosos: desgajaron, mutilaron, des– trozaron. El árbol - en los designios de Dios- no fue arrancado ni trasplantado a otro lugar. Sacudido, se hizo más robt:sto. Casi se podría decir que fueron aquellos vientos los que hicie:-on de él un árbol de ancho ramaje, mejor preparado para acoger a su sombra bienhechora a hombres de todos los pueblos, zarandeados por el mal y por el dolor. Como Jesús, el primer sacerdote estigmatizado, "moraba fue– ra, en lugares desiertos, y venían a él de todas partes". 252