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dos zagales, Francisco y Orlando, durante el pastoreo, se desoja– ban buscando conchas. Escogían las más bonitas y sin agujeros. Luis Orlando -más valiente- sacaba el molusco que traían dentro y Francisco las pulía. Una vez en casa las llenaban de aceite con una mecha de estopa, y hete aquí las luces dispuestas a alumbrar aquel minúsculo nacimiento. Este compañero de pastoreo, Luis Orlando, nos ha dejado un retrato moral de Francisco: "Cuando estaba con nosotros no rezaba: no se veía en él nada especial: con nosotros eran un chico de tantos, aunque educado y más bien reservado... Francisco fue siempre "nu lup 'surd: esto es, de pocas palabras y no le gustaba airear sus cosas". El mismo P. Pío, preguntado más tarde acerca de su niñez, precisará: "Me gustaba jugar, pero me gustaba más mirar, porque me divertía lo mismo". Incluso recuerda anécdotas que nos lo presentan en lo exterior como uno de tantos. A los diez años, en la Campa Romana, el tío Peregrino le dio diez céntimos y le mandó al pueblo a comprarle un cigarro tos– cano y una caja de cerillas. Francisco quiso saber a qué sabía el humo del tabaco. Encendió el cigarro, dio una chupada y notó que el estómago andaba revuelto y que el mundo le daba vueltas. Se lo contó todo al tío y "desde entonces puso una pared entre él y el humo". Otra vez -también a los diez años- se atiborró de pimientos fritos, cogidos a escondidas de la alacena de la cocina, mientras la madre estaba en el campo con otros vecinos en la recolección. El muchacho llevaba un mes gravemente enfermo. Aquel hartaz– go fue providencial y liberó de una vez sus intestinos. A los doc~ años Francisco recibe la confirmación en la capi– llita de Santa Ana, el 26 de septiembre de 1899, de manos del arzobispo de Benevento Mons. Donato M. Dell'Olio. Quince años más tarde, en mayo de 1914, asistiendo en Pietrelcina a la ceremonia de la confirmación administrada a grandes y pequeños en número de 450 por el arzobispo de Benevento Mons. Benito Bonazzi, el P. Pío recordará emocionado el día de su confirma– ción. El 12 de mayo escribirá a su director espiritual, el P. Agus– tín de San Marcos in Lamis: "Lloraba de satisfacción en mi corazón en esta ceremonia sagrada, porque me recordaba lo que el Espíritu Santo me hizo sentir aquel día que recibí el sacramento de la confirmación, día singularísimo e inolvidable para mientras 24

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