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Los sábados del mes de mayo, cuando el campo lucía, el manto flo– rido y vistoso de primavera, Clotilde, en unión de las demás niñas ado– lescentes del pueblo recogía abundancia de flores silvestres con las que confeccionaba un bonito jarrón que colocaba el domingo con ilusión y cariño en el altar de la Virgen. Formaba también parte del coro que, en los rosarios de mayo, le cantaba a la Virgen, la bella, entrañable y popular canción: "Venid y vamos todos, con flores a porfía; con flores a María,que Madre nuestra es". Tenemos otros datos muy interesantes de la vida de Clotilde en el pueblo durante los primeros años de su juventud. La sobrina Dionisia, recuerda haber oído a su madre comentar el dinamismo y la capacidad de trabajo de su tía. Era la única mujer de los cuatro hermanos, de esta– tura más bien alta, y complexión fuerte, llevaba los trabajos de la casa además, realizaba trabajos en el campo como cualquiera de los herma– nos. Hay que tener en cuenta estas circunstancias para hallar explicación después a la resistencia de los hermanos a la partida de Clotilde para el convento. D. Zacarías, que fue luego párroco de Valdealcón, cuando le pregunté si había oído hablar en el pueblo de Clotilde, la monja concep– cionista, me dijo textualmente que entre sus paisanos: "Tenía fama de buena moza, muy trabajadora y muy religiosa". Conocemos otro dato muy interesante para formarnos mejor idea de la religiosidad juvenil de Clotilde. También ha llegado a nosotros por testimonio de ella misma, en sus conversaciones con las religiosas del convento. Clotilde tenía diecinueve años, en junio de 1916. El párroco decidió cerrar la Iglesia al culto durante tres meses aprovechando las vacaciones estivales para hacer una serie de reparaciones. Clotilde, que ya entonces cultivaba una gran piedad eucarística, no se resignó a vivir todo ese tiempo privada de la vida del Cuerpo y la Sangre del Señor. Optó por una solución en que demostró ser una joven con personalidad volunta– riosa y de iniciativa. Durante el tiempo que estuvo la iglesia cerrada entre semana, se levantaba todos los días muy temprano, a las cinco de la ma– ñana, como entonces se regían por la hora solar era ya de día, se andaba los dos kilómetros largos que separan Valdealcón de Nava de los Caba– lleros, el pueblo más próximo al suyo, participaba en la Eucaristía, recibía 94

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