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cura de determinadas llagas. Estaba pendiente de todas sus necesidades y a veces les satisfacía pequeñas ilusiones, caprichos en comidas o en de– terminados objetos de aseo. En la atención que prestaba nuestra biografiada a las enfermas se pudo comprobar una vez más cómo estas intuyen inmediatamente con qué entrega y disposiciones personales se les trata. Se sentían más felices y satisfechas en manos de Sor Guadalupe y no porque las demás no les atendieran con todo interés y delicadeza, el secreto radicaba en que ella, además de prestarles los servicios como las otras, había en ella una ter– nura y una cercanía especial que las atraía con fuerza. La Madre depositó siempre gran confianza en Sor Guadalupe por– que aparte de su obediencia sencilla, agradecida y amorosa, era una per– sona con buena formación y unía a la prudencia unas cualidades nada comunes para el trato social. Durante los años de convento se le confió diversos asuntos de mucha importancia para la vida de la Comunidad. Y en los cuatro meses que las religiosas vivieron la "encerrona" en el piso de Manuel Silvela, la M. Carmen echaba siempre mano de ella cuando había necesidad de aventurarse a salir del piso. Sor Guadalupe sabía andar por Madrid y además poseía muchos recursos y serenidad para ca– pear cualquier imprevisto o sorpresa desagradable de los milicianos. Terminamos esta breve reseña sobre la persona de Sor Guadalupe de la Ascensión con unas palabras de Sor Mª del Rosario que resumen muy bien lo que fue nuestra biografiada: "Toda su comportamiento, pero de manera especial sus reacciones originales y graciosas llenas de minoridad y de una envidiable confianza y agradeci– miento hacia la Madre y las hermanas, refleja algo que fue siempre el alma de todos sus actos desde que entró en el con– vento: hambre atrasada de santidad, deseo irrefrenable de en– tregarse en cuerpo y alma al Señor y a sus hermanas por El. Ella vivió de forma inequívoca la frase famosa de San Juan: "Este es el mandamiento que hemos recibido de El; que el que ame a Dios ame también a sus hermanos". Acaso podrían completarse las palabras de Sor María del Rosario con estas otras que la misma religiosa incluye en otro lugar de su informe: 91

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