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Cultivaba también una entrega natural, sencilla, gozosa y sacrificada a las hermanas. Todas acudían a ella porque tenía remedio para todo. No necesitaba decirlo, todas estaban convencidas de que cumplía ejem– plarmente el mandamiento del Señor: "En esto conocerán que sois mis discípulos si tenéis amor entre vosotros". Para más abundamiento volvemos a recurrir a sus alumnas: "Nunca observé en ella la menor falta de amor a sus hermanas, esto lo puedo asegurar con toda certeza, amaba a las hermanas con toda su alma y estaba siempre y totalmente a disposición de la Comunidad y de cada una de las hermanas, con todo el cariño y a veces paciencia". Lo que nos acaban de afirmar sobre el perfil fraterno y servicial de nuestra biografiada, tiene mucho merito. No es lo ordinario, ni aún entre religiosos esta actitud de absoluta disponibilidad. Requiere mucha ma– durez personal, haber llegado a una razonable desapropiación de sí misma. Hay un aforismo que se cita con frecuencia en las casas religiosas aunque tiene aplicación en cualquier ambiente social. "En comunidad no manifiestes tu habilidad". Se refiere a que muchas veces se abusa de las personas, "que se les da todd', los clásicos "manitas". Algunas re– ligiosas abusarían de la sencilla y espontánea disposición de Sor María del Sacramento y de seguro que ella se daría cuenta y sin embargo man– tuvo esa disposición de entrega absoluta, primando el servicio fraterno sobre el amor propio o la comodidad personal. Sor María del Sacramento prestó un último y valioso servicio a la co– munidad, sobre todo a las jóvenes, en la "encerrona" de los días previos al martirio. Hay que ponernos en su situación, por instinto nadie quiere morir y menos los jóvenes, se sienten con plena vitalidad y muchos años por delante. Necesitaban, por tanto, alguien que tuviera sobre ellas gran ascendiente y que les diera ánimos de superación, ideas claras muy moti– vadas de que lo más que les podía suceder en esa situación era la muerte por Cristo y por su fe era el mejor sentido o empleo de la vida, porque les abría las puertas de una existencia feliz e inacabable. iEste ángel del con– suelo y de la fortaleza para las jóvenes fue Sor Mª del Smo. Sa– cramento! 79

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