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También merece citarse el certificado del párroco D. Paulina Corrales: "Certifico que la jovencita Manuela Prensa Cano, feligresa de esta parroquia, ha observado siempre una conducta irreprochable y ha manifestado siempre verdadera y profunda piedad en la frecuencia de los Santos Sacramentos y llevando en suma, una vida propia de una joven que aspira al estado religioso" (Firmado Paulino Co– rrales) . (tS) El 22 de noviembre de 1906, respetando las prescripciones canóni– cas en cuanto al tiempo, del noviciado emitió su primera profesión. Ese día cambió el nombre de Manuela por el de Sor Mª del Santísimo Sacra– mento. Todo el acto resultó deslumbrante, sus diecinueve años, se refle– jaban en el rostro casi de adolescente y deliciosamente encendido por tantas emociones. Al término de la ceremonia religiosa, Sor Mª del San– tísimo Sacramento recibió un montón de abrazos y demostraciones cari– ñosas de las Religiosas especialmente. Quizás la comunidad se volcó en la nueva religiosa con especial cariño para suplir de alguna manera la ausencia de la madre fallecida un año antes. Cuatro años más tarde, la nueva religiosa emitió los votos perpetuos con los que se ligaba al monasterio para siempre. Su profesión solemne se retrasó un año por motivos nada agradables. A los dos años de profesa fa– lleció su padre Manuel Prensa y Sor María del Santísimo Sacramento, única heredera, consiguió con muchas dificultades vender la casa que sus padres tenían en el Toboso, venta que debía realizar antes de emitir la profesión. Sor María del Smo.. Sacramento organista. Como ya infor– mamos, Sor Mª del Santísimo Sacramento poseía buenos conocimientos musicales cuando ingresó en las Concepcionistas, tenía además cualida– des muy buenas de directora de coro. La abadesa, Madre Petra de San José, que probablemente venía haciéndola un seguimiento de aptitudes desde su primera profesión, nada más emitir los votos solemnes, le encomendó la música de la comunidad. Era de su responsabilidad la programación y ensayos de las canciones que luego debían ejecutarse en el coro o en la iglesia y dar realce a algu– nas misas de fiesta, en que no intervenía el coro, con el armonio. También era de su incumbencia dar clases de canto y solfeo a las religiosas jóvenes que entonces eran siete. 75

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