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A veces su humildad le hacía sentirse violenta por las atenciones y detalles que tenían las enfermeras con ella, constantemente les manifes– taba su agradecimiento con un "Dios se lo pague", frase que no tenía nada de protocolaria, salía caliente y muy sentida de su corazón. Esta misma actitud agradecida observaba con la Comunidad. Los domingos recibía la visita de la Comunidad. En medio de los dolores, compañeros permanentes, y de la soledad de tantas horas, cuando se veía rodeada de sus hermanas, sobre todo de las jóvenes, llenas de vida, que poblaban la habitación de conversaciones alegres, de risas y a veces de canciones religiosas o folklóricas, olvidaba por unos momentos sus dolores. A pesar de la parquedad, de sus palabras en la expresión de sus sentimientos, al despedir a las hermanas no encontraba palabras para agradecer a las religiosas su visita. Hubo otro detalle en Sor Mª de la Asunción que las enfermeras cap– taron en varias ocasiones. Hacía todo lo posible por no serles gravosa. Renunciaba a muchos servicios que la hubieran proporcionado algún ali– vio, nunca permitió que se molestaran en hacerla comidas especiales, aun– que a veces tenía mucha necesidad de ellas por estados raros de su organismo. En días de fiestas muy solemnes, se pasaban algunos aperiti– vos o postres especiales a la Comunidad. Sor Mª de la Asunción se privaba de todas estas cosas extraordinarias y se las daba a las enfermeras, decía que ella tenía bastante con lo ordinario y en cambio las enfermeras nece– sitaban más alimento por ser jóvenes y por lo mucho que trabajaban. Terminamos estas pinceladas sobre la biografía de Sor Mª de la Asunción con esta anécdota de sencillez encantadora. Demuestra por una parte el clima de cariño fraterno que se respiraba en la Comunidad y sirve de portillo para adentrarnos algo más en el corazón extraordinaria– mente humilde de nuestra enferma. En cierta ocasión, la enfermera, mientras le proporcionaba los ser– vicios de aseo, acordándose en ese momento del gesto de Jesús con sus Apóstoles, después de lavarle uno de los pies se lo besó, nuestra enferma se sintió tan indigna de que la enfermera tuviera con ella ese detalle que la pidió por favor un montón de veces que no se lo volviera a hacer. 71

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