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no fueron eficaces para detener el agravamiento de la enfermedad. Todos habremos conocido alguno de estos enfermos, crucificados por la enfer– medad, totalmente paralizados, en gran parte deformados, con una viva sensación dolorosa a flor de piel, nunca mejor dicho, que basta que se les toque con la mejor intención de aliviar su dolor para que sientan un dolor insoportable. Desde que apareció la enfermedad, nuestra biografiada se vio redu– cida a la más absoluta de las incapacidades, necesitada de ayuda para todo. Ella que hasta entonces se había multiplicado y resolvía todos los problemas de las enfermas, en adelante, aunque lo llevaba muy mal y se sintiera violenta, hubo de aceptar que las nuevas enfermeras, con un ex– quisito cuidado y cariño, la bañaran y ayudaran en todas sus necesidades. Luego la sentaban en un sillón y sabía que en esa postura tenía que aguantar las veinticuatro horas del día, con las breves interrupciones de las horas de la comida y cena. Para cualquier necesidad que la sobrevi– niera debía llamar a las enfermeras, porque ella por sí sola no podía. Con mucha dificultad, llevaba el alimento a la boca y no siempre lo conseguía. Es breve, pero exacta y triste la estampa de Sor Mª de la Asunción que pinta Sor Corazón de María, su enfermera durante los últimos ocho años. "De la mañana a la noche -nos dice- era la viva imagen de una per– sona doliente en extremo, pero llena de paz. Si a veces, por la in– tensidad extraordinaria del dolor, se le escapaba una queja o una pequeña reacción de impaciencia, se hacía enseguida dueña de su sensibilidad y brotaba de sus labios un amoroso ofrecimiento de su pesada cruz al Señor". Como buena castellana, era de carácter recio y sufrido. Esta dispo– sición natural le ayudó, en parte, a la hora de soportar los dolores deses– perantes de la enfermedad. Pero los recursos naturales de su temperamento no fueron suficientes para conservar la serenidad interior, en medio de los intensos dolores reumáticos. Se hizo dueña del dolor y molestias de la enfermedad, porque los sobrenaturalizó, hizo de ellos una preciosa y valiosa ofrenda amorosa al Señor. Las religiosas enfermeras estaban completamente convencidas de que nuestra biografiada era un alma de profunda y permanente oración 69

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