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Sabía muy bien que había una certeza moral de que no volverían al convento. Este barrunto de su próximo sacrificio provocaba en las re– ligiosas momentos de sufrimiento y angustia. Su profunda unión a Dios por medio de la oración les ayudaba a aceptar la situación, pero la doci– lidad al Señor no impedía que, a veces, la sensibilidad saliera por sus fue– ros y la idea de una muerte violenta y en circunstancias desconocidas, pero por supuesto inhumanas, ponía a veces en peligro la paz del alma. Sor María del Pilar, en el fondo sufría, con los mismos presentimien– tos, pero disimulaba y ponía en juego todos sus recursos para prestar a sus hermanas un último servicio moral. Les hablaba, en apariencia muy entusiasmada, de los planes que estaba elaborando con la Madre para ponerlos en práctica en el convento, después que Madrid fuera liberada por las tropas de Franco y todas volvieran a la paz de su monasterio. "Lo que más sentiría -decía en tono un tanto jocoso- sería que los rojos nos llevaran a la cárcel y nos obligaran a vestir el buzo que usan los milicianos". Pero la Sor Mª Petra del Pilar que trataba de quitar de la cabeza de sus hermanas los pensamientos macabros, sabe muy bien que en cual– quier momento puede sonar la hora del sacrificio, por eso hizo a las reli– giosas visitantes este encargo, en la tarde del día 8 de noviembre del 36 -ya emocionada y sin disimulo: que si el Señor quiere algo heroico de la Comunidad, ellas salven el cuadro de "La Virgen Remendadita": Les informa, dónde esta y en qué condiciones había sido entregado a la familia que custodiaba el cuadro. 3.- Sor María de la Asunción Siento como una especie de religioso respeto a la hora de esbozar la biografía de esta religiosa. Su existencia fue una epopeya de dolor cristiano. Para los que son esclavos de esta nuestra sociedad natu– ralista, hambrienta de vivir y disfrutar exclusivamente "del ya y el ahora", las personas imposibilitadas o an- 65

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