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La nueva aspirante dedica los primeros años de su incorporación al monasterio a perfilar su estilo y espíritu de religiosa concepcionista. Se ejercita de manera especial en la oración, espíritu de pobreza, en la recitación del Oficio Divino, relaciones fraternas con las compañeras y en las diversas tareas que ocupan a las religiosas durante la jornada. Directora del Colegio. Como ya informamos, los primeros años de estancia de las Concepcionistas en el nuevo Monasterio -nº Sagasti, 19- fueron tiempos difíciles, hasta que se vieron libres de la abultada deuda de su construcción. Eran pocas religiosas y los ingresos, aún contando con algunos donativos extraordinarios importantes, eran insuficientes. Para hacer frente a esta situación un tanto angustiosa, que obligaba a las religiosas a vivir sometidas a una pobreza excesiva, casi de miseria, el Consejo del Monasterio decidió abrir una guardería. En la planta baja de la casa había varios espacios que no se utilizaban. Habilitaron los locales, so– licitaron los pertinentes permisos y anunciaron la apertura del Colegio. El barrio acogió muy bien la iniciativa porque estaba falto de puestos escolares y los ingresos del Centro aliviaron la situación económica de las religiosas. Como en el Monasterio sólo Sor Mª Pilar de los Desamparados tenía el título de maestra nacional, se la encargó la dirección del Colegio. Encajó muy bien como profesora, educadora y responsable del co– legio. Las niñas que asistían a clase eran, la mayor parte, de familias po– bres. Necesitaban tanto y más que los conocimientos, educación humana y religiosa. Nuestra biografiada supo encarnar a la religiosa educadora con estilo concepcionista y franciscano. Mantenía con las niñas un trato sencillo, acogedor y totalmente entregada, cosa que encantaba a alumnas y madres. Las niñas terminaban sus años de parvulario, que equivalía a lo que hoy es educación infantil, con una buena educación adaptada a sus edades, y unos conocimientos que les permitían continuar en la edu– cación primaria con una buena base. Aunque la educación que recibían en el parvulario de las Concep– cionistas era elemental, muchas niñas que pasaron por él no perdieron 59
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