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hizo entregarse a unificar su vida de oración mediante el intenso y con– tinuo cultivo de la presencia de Jesús en todos sus actos, hasta que llegó a conseguir que todas las horas de la jornada fueran oración, hechas de presencia amorosa de Jesús, de esta manera la intimidad continuada del Señor se convirtió en el verdadero resorte de su vida interior. No tuvo en cambio Sor María del Carmen dificultades mayores en acomodarse al ritmo de vida del monasterio y a la realización de las di– versas tareas que se la encargaban. En los primeros años de vida religiosa, gozaba de excelente salud, era fuerte y además como resaltamos en otro lugar, era muy habilidosa para todo: lo mismo diseñaba ornamentos de la Iglesia, que arreglaba el altar, atendía con mucha delicadeza y cariño a las enfermas, hacia la colada o sulfataba las vides de la huerta. Toda para sus novicias: Cuando Sor María del Carmen tenía cua– renta y pocos años, la Comunidad, que conocía muy bien sus excelentes cualidades humanas y espirituales, la eligió, en capítulo, maestra de no– vicias. El hecho de que fuese designada para cargo tan importante, con tan pocos años, refleja el ascendiente de que ya entonces gozaba entre las religiosas, como persona de notables cualidades, gran alma de oración y trato exquisito con todas las religiosas. El cargo de maestra de novicias es, sin duda alguna, el de mayor res– ponsabilidad en una comunidad, sobre todo de clausura. Se le confiaban casi de manera exclusiva las jóvenes con vocación para la vida contempla– tiva que llamaban a las puertas del monasterio. Normalmente estas jóvenes, entonces, ingresaban con una preparación humana y religiosa bastante ele– mental. La maestra debía ser una religiosa con grandes valores humanos y religiosos, para hacer, de sus novicias, mujeres con aceptable madurez hu– mana; religiosas de gran vida interior y capaces de integrarse en la comu– nidad de manera normal y sin crear problemas de convivencia. Sabemos -por datos aportados por las mismas que fueron sus no– vicias- que Sor María del Carmen fue una excelente maestra. Se entregó a la formación de las futuras religiosas con cariño e interés, y demostró excepcionales cualidades para el oficio. Todas las que aprendieron a ser monjas bajo su magisterio hablan de ella con admiración y nostalgia. Su metodología quizás no fuera muy actualizada, pero nadie puede negarle eficacia, contrastada por los resultados. 48

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