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Isabel pasó este primer escrutinio sin dificultad. Las religiosas esta– ban encantadas con la postulante, trabajaba en serio por ser alma de ora– ción, asimilaba con mucha naturalidad los usos y costumbres del monasterio y era muy dinámica y exacta en el trabajo. Ella, por su parte, se había reafirmado en que el rincón donde debía madurar espiritual– mente su vida estaba en las Concepcionistas y que allí, en fraternal con– vivencia con las compañeras, debía servir con gozo e ilusión al Señor. Isabel novicia. Con la aceptación unánime de las religiosas, Isabel dio un paso importante para su total integración en la comunidad y se transformó en novicia. En el marco de una Eucaristía, especialmente programada con este motivo, la hasta entonces postulante, vistió el hábito de concepcionista, menos el velo que, en vez de ser negro, como el de las profesas, era blanco. "Sea el hábito de las religiosas de esta Orden -dice la Regla- una túnica blanca de estameña y hábito y escapulario todo blanco, porque la blancura de este vestido exterior, dé tes– timonio de la pureza virginal del cuerpo y de la pureza más va– liosa de su corazón en el servicio del Señor". Sobre su hábito blanco llevaba un medallón de la Inmaculada. De él dice también la Regla: "Tráese esta imagen, para que sepan las profe– sas de esta Santa Religión, que han de traer a la Madre de Dios y Reina de los Ángeles, ingerida siempre en sus almas para imitarla". Y completó su indumentaria externa, con el manto azul cielo, "de estameña basta, de color azul cielo, por la significación que en sí trae, que muestra que el ánima de la Santísima Virgen, desde su creación, fue hecha tálamo singular del Rey Eterno". ( 16 l En el rito de admisión se despojó también de su nombre de Isabel por el de Sor María del Carmen Lacaba. Con este nombre nos referire– mos a ella en adelante. 45

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