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En la vocación de Isabel, con toda seguridad, influyeron también las religiosas del Convento Concepcionista de Borja. Sabemos por Pilar que María, la madre de Isabel, hacía trabajos para las monjas Concep– cionistas y en las conversaciones que tuviera, con toda seguridad saldría a relucir con mucha frecuencia el comportamiento de Isabel, su vida tan pia– dosa, tan recta y tan distinta en gustos de las demás jovencitas de Borja. Desde el día en que Isabel manifestó a su madre que deseaba ser reli– giosa y religiosa concepcionista, las conversaciones de la joven con las reli– giosas serían más frecuentes. Estas le irían iniciando en su vida de piedad y en las virtudes que de manera especial debía cultivar. Pilar, nieta de una her– mana de Isabel, Simeona, oyó contar a su abuela que en las conversaciones de Isabel con las monjas, cuando estas le hablaron de la obediencia, le pu– sieron este ejemplo: "En el convento hay que obedecer siempre, si te dicen que barras, no con la escoba sino con el mango, tú hazlo; no digas a la madre maestra que en tu pueblo no se hace así". Un buen día, era el tres de noviembre de 1902, después de hacer los convenientes preparativos, Isabel se despidió con muchos abrazos y muchas lágrimas de su madre, hermanos, familia y amistades y acompa– ñada de su padre, cogió en Zaragoza el tren que les llevaría a Madrid. Aunque lo intentamos, no hemos averiguado por qué Isabel, te– niendo religiosas concepcionistas en Borja y manteniendo con ellas muy buenas relaciones, se incorporó a las concepcionistas de Madrid y en con– creto a las Concepcionistas de San José de la calle de Sagasti, nº 19. En el ingreso de Isabel ocurrió algo que muy bien podría considerarse como un detalle del Señor con el Sr. Juan, padre de Isabel. Los gastos del ingreso de su hija en el convento -el ajuar y la dote- importaría unos gastos que dejarían vacías las arcas de la familia. Un suceso, ocurrido el mismo día que entró Isabel en el monasterio, favoreció la situación económica del Sr. Juan. En esa misma fecha o los días inmediatos, estaba previsto el ingreso de otra joven en el convento de las Concepcionistas de Sagasti a la que una señora de las Borjas Blancas pagaba la dote. Pero esta joven, por causas que desconocemos, se volvió atrás y entonces las religiosas decidieron be– neficiar a Isabel con la dote que ya habían recibido para la joven que no se presentó. Esta circunstancia permitió al Sr. Juan reembolsarse una cantidad 42
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