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de futuro. El entorno del monasterio de San José fue rápidamente trans– formándose a peor. Poco a poco se vió rodeado de edificios de ocho o nueve pisos que le privaban del sol todo el año, y las religiosas se vieron privadas de toda intimidad en sus recreaciones y paseos por el pequeño jardín y obligadas a respirar aire altamente contaminado. Llegó un momento en que las religiosas pensaron, en serio, trasla– darse a otra zona de Madrid, de mejores condiciones higiénicas y gozar de un mínimo de silencio y aislamiento de las miradas curiosas. El Con– sejo propuso el problema a la comunidad y esta, por mayoría, se pro– nunció por el traslado del convento a otro emplazamiento más apto para su vida de religiosas de clausura. Después de vencer numerosas dificultades en la venta del monaste– rio antiguo y encontrar solar adecuado para levantar el nuevo, se acordó edificar en el municipio de las Rozas, a 17 kilómetros de Madrid y a una distancia notable del casco urbano del municipio, una zona despoblada que ahora se ha convertido en una urbanización de lujo. Hizo su traslado la comunidad a su nuevo monasterio el 17 de sep– tiembre de 1977, fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. 36

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