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beatas y santas. Pero mientras, hasta que llegue ese momento, conviene tener presente que nuestras Concepcionistas, ahora, son tan santas y efi– caces intercesoras ante el Señor como después, cuando las invoquemos como beatas. Desde el momento en que sus cuerpos virginales cayeron pesadamente y sin vida en la tierra, tronchadas como azucenas por las balas asesinas, redondearon su santidad con el mérito del martirio y ocu– pan un puesto privilegiado en el cielo, donde para siempre son felices en la contemplación asombrada de Dios, que las sedujo desde adolescentes y fue el supremo sentido de sus vidas. Desde allí ejercen una eficaz intercesión en favor de todos los que nos encomendemos a ellas. Su proclamación oficial y solemne como beatas y santas por el Papa no será más que el refrendo ante la Iglesia de que son mártires. Este convencimiento debe llevarnos a una intimidad personal, ya desde ahora, que se manifieste en la ilusión con que las imitamos en sus virtudes y en la confianza con que recurrimos a su eficaz intercesión. 313

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