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Quizás algunos también se repregunten, ¿por qué tan tarde la intro– ducción de la causa de beatificación, cuando hace setenta años largos que ocurrió la persecución religiosa de 1936? En este retraso han tenido parte, en primer lugar, nuestras va– cilaciones del principio. Abrigábamos serias dudas de que la Iglesia admitiera a trámite su causa de martirio, estábamos ciertos de que habían sido mártires, pero carecíamos de datos ciertos y concretos sobre las circunstancias de su muerte y de lo que las sucedió después de sacadas del piso, excepto de las dos religiosas de El Pardo. Pen– sábamos que la imposibilidad de aportar tales datos hacían inviable la introducción de la causa. Más tarde, en consultas a los organismos competentes, aclararon nuestras dudas. Nos dijeron que, para intro– ducir la causa, no era necesario conocer todas las circunstancias de su muerte, que bastaba estar seguros de su vida santa, de la acepta– ción de la muerte por entrega y amor a Jesucristo y actitud cristiana de perdón a los enemigos. El gran impedimento, sin embargo, del retraso en la introducción de la causa, se debió fundamentalmente a la actitud restrictiva de la Santa Sede. Cuando finalizó la persecución religiosa del 36, hubo una gran pro– liferación de biografías de mártires y numerosas solicitudes para introducir sus causas de martirio. El Papa Pío XII no puso en duda que en la persecución del 36 había muchos mártires, pero frenó la avalancha en la introducción de las cau– sas. Recomendó tranquilidad hasta que pasaran por lo menos cincuenta años y las cosas de tipo político estuvieran más claras y se hi– ciera una cuidadosa selección de los presuntos mártires. Pablo VI fue más tajante. Prohibió, hasta nueva orden, la introducción de cau– sas de beatificación de los asesinados en la persecución religiosa de 1936. Esta suspensión cautelar por parte de la Santa Sede duró hasta 1983 en que Juan Pablo II admitió a trámite y beatificó a tres religiosas carmelitas de Guadalajara. En la Iglesia Española se consideró la exaltación de las tres carme– litas como el fin del "tiempo cautelar". Después de esta primera beatifi- 311

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