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Para completar esta síntesis biográfica de M. María de San José ne– cesitamos decir algo sobre sus relaciones con las religiosas como abadesa y como principal responsable de las cosas de la casa. Las religiosas em– plean frases un tanto generales, pero en las que se refleja el concepto que tenían de su persona y de su gobierno. Hay un hecho en el que las religiosas demostraron su estima por nuestra biografiada y que estaban contentas con su modo de gobierno. Me refiero al montón de trienios en que fue elegida abadesa, en total veinticinco años, abarca casi todos su tiempo de profesa. Y no hay duda que si mantuvo el puesto de superiora todos esos años, fue por deseo de las religiosas. No se puede ponerse en duda que las elecciones eran democráticas, conforme a la legislación de la Orden. Hay que descartar, por otra parte, la hipótesis de que consiguiera man– tenerse en el sillón de abadesa con politiqueos conventuales, su carácter era completamente transparente y de sencillez minorítica, era completa– mente opuesto a maniobras bajo cuerda. Es por tanto evidente, que M. María de San José fue elegida tantos años abadesa porque reunía cua– lidades extraordinarias para la atención de las religiosas y el gobierno del monasterio. Es también una pista para hacernos idea de lo que fue el gobierno de nuestra biografiada, analizar los epítetos que utilizan las religiosas para denominar las relaciones de Sor María de San José con ellas. Las ca– lifican de "maternales". Con ello quieren decir que, para la abadesa, las religiosas eran lo más importante, que vivía pendientes de las mismas y hacía un seguimiento de ellas en todos los aspectos físicos y espirituales; un seguimiento amoroso, no de control, para remediar las carencias y com– partir los sufrimientos como la buena madre se comporta con su hija. Conservamos por último una anécdota muy reveladora de la M. María de San José en su preocupación por las religiosas. En la última en– cerrona que sufrieron antes de ser deportadas a Madrid, en la noche an– terior al viaje, hicieron pasar a todas las religiosas por un tribunal improvisado en otro edificio distinto de la cárcel. Eran citadas por sepa– rado, en un último y diabólico intento de conseguir, con promesas falsas y amenazas, la renuncia de las monjas a su vida de consagradas. 289

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