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También resulta un tanto extraño que el Sr. Párroco de Iraizoz, de la fecha de la Confirmación de Josefa y omita la de la Primera Comunión, cuando en los pueblos, entonces, daban mucha más importancia a la Sa– grada Comunión que a la Confirmación. Quizás pueda justificarse esta omisión porque en Navarra, lo mismo que en la mayoría de los pueblos de Castilla, los niños solían recibir los dos sacramentos el mismo día si coincidía en esa fecha el Sr. Obispo en su visita pastoral. En agosto de 1892, cuando Josefa tiene 23 años, en plena juventud, solicitó el ingreso en el monasterio Concepcionista de la Encarnación de Escalona. Pensamos que en el motivo de decidirse por Escalona proba– blemente influyera la circunstancia de que en ese monasterio había ya algunas religiosas venidas de la Casa Cuna de Pamplona. Según la terminología de entonces, Josefa entró como religiosa de coro y aportó su correspondiente dote, esto demuestra la generosidad de sus padres adoptivos. Entre las Concepcionistas, cuando la aspirante po– seía buena voz y el monasterio carecía de una religiosa con aptitud para dirigir los cantos y ensayar la música, se admitía a la aspirante aunque no pudiera dar el importe de la dote; se lo perdonaban teniendo en cuenta los servicios especiales que proporcionaría a la comunidad con su voz. Este era el caso entonces del monasterio de Escalona, pero los padres de Josefa no quisieron usar de esa oportunidad. El 29 de enero de 1894 emite la profesión temporal. Desconocemos cuándo hizo la profesión solemne, pero lo más probable, casi moralmente cierto, es que emitió los votos perpetuos tres años después de la profesión temporal, en enero de 1897. Poseemos muy pocos datos sobre los años de Sor María de San José profesa y superiora de la comunidad durante muchos años. Debemos contentarnos con la información que nos han facilitado las religiosas su– pervivientes, las personas de Escalona que tuvieron alguna relación con ellas y las numerosas cartas de la M. María de San José de sus tiempos de abadesa, dirigidas casi en su totalidad al superintendente de la curia diocesana de Toledo para las religiosas. Por fortuna para nosotros, las re– ligiosas y gentes amigas de la casa nos han dejado información breve pero interesante sobre su físico y las virtudes predominantes que obser– varon en ella, pueden hacernos buen servicio a la hora de imaginarnos lo que fue Sor Mª de San José. 286
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