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Aparte de la protección que recibían de los marqueses, el monaste– rio gozaba de mucha aceptación y popularidad en la comarca de Esca– lona. Prueba de ello es que en el primer siglo ingresaron en la comunidad, en torno a 100 nuevas religiosas y en el segundo 87 . Las cosas cambiaron para peor desde el sigo XIX. Las Concepcionis– tas de Escalona corrieron la misma suerte que la mayor parte de las casas religiosas. Todo obedeció a la aparición en la escena política española de los liberales o liberales progresistas, como ellos se autoapellidaban. La muerte de Fernando VII en 1833 cambió sustancialmente la po– lítica española. Le sucedió como regente su esposa María Cristiana hasta la mayoría de edad de la que reinó después como Isabel II. En muchas de sus actuaciones y algunas de extraordinaria trascendencia, demostró la Regente que carecía de dotes de gobierno. Nada más tomar las riendas del gobierno estalló la guerra carlista, el hermano de Fernando VII, Car– los, disputaba el trono a Isabel II, hija y heredera de su hermano. María Cristina veía peligrar el trono de su hija y para salvarlo no tuvo idea más feliz que entregar el gobierno a los liberales. Estos buscaban la oportunidad para recuperar las riendas de Es– paña, dar carpetazo al antiguo régimen e implantar la revolución libe– ral, cuyo programa estrella era redistribución de los bienes de la nación que, en realidad, era la desamortización de los bienes de la Iglesia. Juan Álvarez Méndez, más conocido en la historia como Men– dizábal, fue uno de los primeros que María Cristina encomendó el gobierno de la nación. Este hombre, bastante idealista, había estu– diado en Inglaterra y estaba obsesionado con aplicar las ideas eco– nómicas aprendidas en Inglaterra a las finanzas españolas. Pensaba que con ello se sanearían las arcas del Estado y se conseguiría una mejor distribución de las riquezas del Estado a base de despojar a la Iglesia de sus bienes. Nada más recibir el nombramiento de primer ministro, Mendizabal consiguió que las Cortes Españolas aprobaran un decreto por el que se declaraban en venta y sometidos a subasta pública todos los bienes -del clero regular, religiosos y religiosas- cuyas órdenes y congregaciones ha– bían sido disueltas por decreto el año anterior. Quedaban sometidos a 28 1

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