BCCCAP00000000000000000000447
Aunque con estos desasosegadores presagios de fondo, la vida en el monasterio de El Pardo discurría con entera normalidad. Las religiosas comprobaban que se iban cumpliendo las expectativas que había desper– tado la elección de la nueva abadesa. Esta fue introduciendo de manera gradual un gobierno más humano. Mantuvo en toda su importancia los grandes medios de santificación los tiempos de oración, el ambiente y nor– mativa de la mortificación, el trabajo, etc. Pero hubo un cambio profundo en las relaciones abadesa-religiosas, otro estilo de más cercanía con las per– sonas. En conjunto, estas se sentían tratadas de otra manera, con mucho más cariño, más comprensión, más interés para sus problemas personales e incluso la superiora se adelantaba cuando intuía que determinada reli– giosa pasaba por necesidades que no se atrevía a manifestar. Resaltaba en la M. Inés otra virtud que contribuyó también mucho a granjearse el afecto y ascendiente de sus religiosas. Siempre iba delante en los trabajos y tareas de la comunidad y a veces se reservaba los tra– bajos más difíciles, más pesados o más sucios y que las demás hacían con cierta resistencia. No conviene caer en la ingenuidad de que este comportamiento de delicadeza y servicio con las religiosas se debía a su temperamento bon– dadoso y maternal por naturaleza. Dejamos ya suficientemente demos– trado que el de la M. Inés era más bien carácter fuerte y enérgico, y amabilidad y energía forman a veces un binomio difícil de armonizar, si no es a base de virtud. Es indiscutible que esa amabilidad atenta, suave e incondicional que admiramos en el trato con las religiosas en M. Inés, era producto de su amor intenso a Dios y de la vivencia extraordinaria de la caridad. Era también muy consciente y sufriente la M. Inés del ambiente en– rarecido y amenazante en que se movían. Quizás barruntase ya lo que sucedería en las elecciones del año siguiente, 1936. Por eso, a través de comentarios con motivo de la lectura espiritual, trabajaba por incrementar en sus religiosas la unión mutua y la intimidad y confianza en el Señor, imprescindibles para tiempos difíciles. "El -les decía- no se deja vencer en generosidad. No podemos admitir razonablemente en nues– tras mentes la duda. Si llegara el caso, de vernos en situación de víctimas de nuestros perseguidores, el Señor no nos aban- 246
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz