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La M. Inés no necesitaba decir muchas cosas sobre la importancia del amor, la penitencia o el servicio a los demás, todas esas virtudes, fun– damentales en una religiosa, podían verlas sus novicias ejemplar y envi– diablemente encarnadas en la persona de su Maestra. Con el cayado de superiora. En el otoño de 1935, en el monas– terio de Concepcionistas de El Pardo se celebró capítulo electivo. En la primera votación y por unanimidad fue elegida para superiora la M. Inés. Es probable que en la elección de la M. Inés para abadesa, influye– ran las religiosas, de las que fue maestra de novicias. Nadie mejor que ellas podían conocer los valores humanos y espirituales de la M. Inés y sus aptitudes para el cargo. Pero yo pienso que en esta elección para superiora, probablemente, las Concepcionistas de El Pardo tuvieron en cuenta otros factores. No te– nían mucho contacto con el exterior en aquella época, carecían de apa– rato de radio y tampoco recibían periódicos, salían del convento en rarísimas ocasiones y sólo por motivos de consulta médica. Los grandes acontecimientos nacionales y locales llegaban al monasterio circunstan– cialmente, a través de algunas personas. También hay que reconocer que en el monasterio de El Pardo, no se vivía tan pendientes de lo que sucedía en la calle, como las Concep– cionistas de San José. En este aspecto tenía sus ventajas vivir en un pue– blo minúsculo, entonces compuesto casi exclusivamente de empleados del patrimonio, nada amigos de revueltas callejeras. Con todo, las religiosas no podían estar completamente despreocu– padas de lo que sucedía en Madrid. La espiral de la violencia y del vanda– lismo iba en aumento y el día menos pensado piquetes del Frente Popular podían llegar hasta el Pardo y darlas un susto muy desagradable. El tiempo demostraría que tales presunciones no eran puramente imaginarias. Es posible, por tanto, que, con los pocos conocimientos que poseían de la situación a nivel nacional y en la calle, las Concepcionistas de El Pardo pensaran que para tiempos difíciles ninguna superiora mejor que el templo fuerte y sereno de la M. Inés. 245

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