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esperanza, ese Dios que tiene rostro humano (Jesucristo) y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en conjunto". ( 9 ) Por la Palabra Divina sabemos que esta misericordia y poder ha encon– trado su mejor instrumento para manifestarse y actuar en beneficio de los hom– bres en la persona de Jesucristo Resucitado. Con su vuelta a la vida en estado glorioso, se ha convertido en nuestra Esperanza con mayúscula (Tim, 1.1). En Cristo estarnos seguros de la fidelidad de Dios, confiamos con una certeza ab– soluta porque el Padre ha amado y ama a Jesús y en Él a todos nosotros. Podemos concretar más. Los cristianos disfrutamos ya en esta vida de las primicias del amor esperanzador de Dios, que se nos da en el Es– píritu Santo a través de los Sacramentos de la Iniciación cristiana: el Bau– tismo, Confirmación, la Eucaristía y en nuestros ratos de sabrosa intimidad con Dios. Según lo que acabamos de afirmar, la esperanza del cristiano tiene que ver, como es lógico, con el más allá de esta vida humana, pero de alguna manera su fundamento está más acá, la alimentamos con los sa– cramentos, la oración y una existencia plegada con filial y amorosa con– fianza a la voluntad del Señor. Benedicto XVI, desarrolla magistralmente estas ideas en su Encíclica "Spe Salvi" (Salvados por la esperanza). En ella po– demos leer las siguientes palabras: "La fe es la sustancia de la esperanza, porque nos permite esperar las realidades futuras a partir de un presente ya entregado. Lo que la esperanza cristiana promete ha empezado ya, aquí y ahora, en la experiencia de la comunidad cristiana, no es una utopía". < 10 > Cuando se confronta la luminosidad de estas ideas, con las teorías agnóstico-laicistas, predominantes en grandes sectores, sobre todo inte– lectuales de la sociedad española, se comprenden mejor las afirmaciones que hacíamos al principio de este apartado: muchos españoles de nuestra época sienten la necesidad apremiante y angustiosa de recobrar la espe– ranza cristiana, porque están de vuelta de los paraísos naturalistas. 22
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