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El Santo fue seducido y amorosamente arrastrado al seguimiento radical de Cristo por la visión del Crucifijo de San Damián, quedó pro– funda y dramáticamente impactado por el amor asombroso y descon– certante del Señor a los hombres, manifestado en su Pasión y muerte de cruz. Al Santo no le cabía en la cabeza ni en el corazón que Jesús se sometiera a esa prueba heroica de amor y abandono por los hom– bres que ni lo merecían ni se lo iban a agradecer. Esta experiencia mística hizo, para el resto de la vida, que el tema de su oración, regada casi siempre con lágrimas y acompañada de ri– gurosa penitencia y su incansable y ardiente predicación, tratara de despertar en los hombres el amor de correspondencia: "El amor no es amado". Era el eslogan que tenía siempre en los labios, lo gritaba por todos los camino y le hacía doler el alma. Los grandes místicos, escritores y misioneros franciscanos profun– dizaron en esta modalidad de la oración del Santo, vivieron y enseña– ron a vivir la oración con este acento desagraviante, según la había vivido San Francisco, hicieron de la oración un camino de amor, con– fianza, entrega y abandono expiatorio, siguiendo las huellas de Cristo crucificado, todo ofrenda, abandono en el Padre y perdón a favor de los hombres. Bajo las sabias orientaciones de la maestra de novicias y los direc– tores espirituales, Sor Inés puso en el centro de su espiritualidad y motivo principal de la oración la imagen tierna, humana y amorosamente cruci– ficada de Jesús. Por las mismas religiosas compañeras suyas sabemos que, para ambientarse mejor en este camino de oración, usaba de ins– trumentos que le hablaban de los padecimientos de Jesús crucificado: "En mi curiosidad de novicia -dice una de las religiosas que no ha querido revelar su nombre- pude comprobar, varias veces, que hacía la oración postrada en cruz en el coro. Con mucho cuidado salía de su celda, cuando todas las religiosas se ha– bían ya retirado a descansar. Yo que tenía el sueño muy ligero, me levantaba y de puntillas me acercaba al coro y siempre la encontraba orando sobre una cruz de madera. Otras veces por la cerradura de la puerta de la celda la veía hacer oración con los brazos en cruz". 235
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