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algo que no saben expresar, la ven cada vez más inclinada a los actos re– ligiosos, participa en los juegos, pero rehuye las conversaciones donde las amigas comentan sus primeros éxitos con los chicos, rechaza también con mucha amabilidad y disimulo aquellos juegos donde se mezcla cierta picaresca de sexos. Un sobrino segundo de nuestras biografiada, llamado David Gar– cía Rodríguez que prestó declaración para la causa de beatificación de Inés, refleja en pocas palabras lo que fueron las relaciones de Inés ado– lescente con amigas jóvenes: "Mi tía monja -según oí comentar a mis padres y tíos- se entendía bien con sus compañeras, pero cuando llegó a moza, la tenían por un poco rara porque no bailaba, ni salía con chicos". También sabemos por el testimonio del mismo sobrino, que Inés era · de temperamento fuerte y voluntarioso, "los chicos no se atrevían a meterse con ella porque les inspiraba respeto". Este carácter fuerte no se translucía en las relaciones con las compañeras o la gente mayor de el pueblo, entre los que gozaba de muy buena fama, como persona sencilla, abierta y servicial. Su sobrino contó también una anécdota de los últimos años de Inés en el pueblo en la que esta dejó reflejado su ca– rácter fuerte: "En cierta ocasión -declaró- iba por una calle del pueblo y un labrador soltó una blasfemia contra Dios, porque las vacas no le obedecían, a Inés se le encendió el rostro, se acercó al hombre y le dijo: "iTío, qué culpa tiene Dios de que las vacas no le hagan caso? La caca con la que ha deseado manchar a Dios debía llenar su boca para que sea más respe– tuoso con el Señor". Al labrador, -ya mayor- debió cogerle por sorpresa porque no dijo ni "mu". < 45 ) A los dieciséis, Inés tiene ya bastante claras las ideas sobre su futuro. No sabe la forma concreta cómo lo realizará, pero está segura de que no permanecerá en el pueblo para gastar toda su vida como sus compañeras. Llegados a este momento, en la biografía de Inés, merece la pena hacer una observación sobre la dinámica espiritual de la vocación reli– giosa. Habremos oído muchas veces que la vocación es un don que re– cibimos del Señor. Nuestra biografiada vivió esta experiencia, de manera 229

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