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El Avedillo al que nos referimos en esta historia, de últimos del siglo XIX y primeros del XX, poseía en torno a doscientos habitantes, era gente sencilla, de estilo de vida elemental, pegada al terruño y a sus costumbres y tradiciones religiosas. Sólo de tarde en tarde se pro– ducía en el pueblo algún acontecimiento que turbaba el monótono ritmo de su vida labradora. En esta aldea con aires y altura de montaña, de casitas de planta baja, todas de piedra y techo de pizarra, sobre las que emergía airosa y protectora la espadaña de la Iglesia, abrió sus ojos a la vida, el dos de noviembre de 1889, una preciosa niña, tercer retoño del matrimonio Ángel Rodríguez y Catalina Fernández, vecinos del pueblo y matrimonio de profundos sentimientos religiosos. Tres días después, el 5 del mismo mes y año, se bautizó a la niña en la parroquia del pueblo, dedicada a El Salvador. Derramó las aguas bautismales sobre su cabecita el párroco D. Antonio de Prada. Y recibió el nombre de Inés. Estos datos, y algunos más, se hallan en su partida de Bautismo que reza así: "En la Iglesia parroquial del Salvador de Avedillo, obispado de Astorga, en cinco de noviembre de mil ochocientos ochenta y nueve, yo Antonio de Prada, cura párroco de la misma, bauticé solemnemente a una niña que nació a las cuatro de la mañana del día dos de noviembre de 1889, hija legítima de Ángel Ro– dríguez y Catalina Fernández la puse por nombre Inés". (Hay una firma y un sello) La infancia de nuestra pequeña protagonista, para la que el Señor tenía reservados especiales designios, no fue diferente a la de sus compañeras en un pueblo de Castilla y León y rodeada de un am– biente socio-religioso, con las características apuntadas. Dedicaría sus primeros años a dormir, comer, jugar con sus hermanitos e iniciarse en las primeras oraciones a la Virgen, bajo el cuidado atento, paciente y amoroso de su madre Catalina. Cuando cumplió los seis años, em– pezó a frecuentar la escuela y a luchar con los números y las letras del Silabario. Desde los siete años empezó, Inés a prepararse para recibir la Primera Comunión según la costumbre religiosa generalizada entones. 227
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