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Es también interesante otro dato que nos proporciona Sor Isabel de Jesús: "Tan excelente impresión produjo en aquel Real Sitio la vida austera y fervorosa de las nuevas monjas, que antes de que se trasladaran al nuevo convento, vistieron el hábito religioso varias jóvenes". ( 42 ) El monasterio de El Pardo, sencillo, funcional, de entresuelo y dos plantas, cuatro fachadas y patio interno, era un lugar privilegiado para vivir las monjas en ambiente de retiro, silencio y entregadas a la contem– plación. En la época de la fundación, las monjas vivían en medio del monte y en pleno contacto con la naturaleza, rodeadas de encinas, jaras, en ambiente fresco garantizado por el pasó muy próximo del río Manza– nares y recreadas por el canto de las palomas torcaces, las perdices, co– dornices y los gritos de los faisanes. Aunque el monasterio está relativamente próximo al palacio cons– truido por los Borbones para sus vacaciones estivales, el extenso parque que media entre ambos edificios y el abundante arbolado que le rodeaba, era suficiente cortina de silencio para que la vida palaciega no tuviera in– cidencia negativa alguna en la vida normal de las monjas. Tampoco molestaban a las monjas las viviendas de los empleados. Es– taban en la parte norte, por tanto, entre las viviendas y el convento se inter– ponía el palacio y el extenso parque. Además estas viviendas no eran muy numerosas y cuando los reyes estaban ausentes quedaban la mitad vacías. Desgraciadamente, los buenos comienzos y las grandes esperanzas de aprovechar el lugar para vivir más intensamente su vida de retiro e intimidad con Dios, sólo les duró a las monjas dos décadas escasas. Desde 1859 a 1867. En septiembre de 1968 estalla la revolución cono– cida en la Historia como "La Gloriosa" aunque es difícil descubrir sus merites para que la Historia le haya dado tal apellido. En septiembre de 1868, la suerte de la corona está echada. Las fuer– zas navales con base en Cádiz al mando de Juan Bautista Topete se amo– tinaron contra el gobierno de Isabel II. La proclama de los generales sublevados en Cádiz el 19 de septiembre, está firmada por Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano, Juan Bautista Topete y otros. 221

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