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Conocemos también el impacto negativo y destructor de este clima en la fe de los cristianos . Lo denunciaba el Cardenal Rouco Varela en una conferencia pronunciada en el CEU en octubre pasado. De su inter– vención son estas palabras: "Hoy estamos asistiendo a una aposta– sía silenciosa pero generalizada de la fe. Este fenómeno se produce en todos los países de Occidente y quizás en España con más virulencia". No hay duda, por tanto, que a nosotros los cristianos del siglo XXI nos toca vivir la fe en unas circunstancias sumamente complicadas y di– fíciles. Y no es válido decir que la Iglesia y los cristianos han vivido otras épocas, quizás peores, de salvaje persecución y siempre salió airosa y re– forzada de la prueba. Efectivamente, la Iglesia remontará la difícil situa– ción presente, porque tiene a su favor la promesa del fundador: "Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Pero también hay que reconocer que la Iglesia que está en España o en Italia, Francia o Alemania no tienen esa promesa de perennidad como no la tuvieron las iglesias florecientes de Asia del siglo I o las del norte de África algo más tarde. Afortunadamente, no todo es absentismo de la Iglesia y de la fe. Los sociólogos que se dedican a observar las corrientes sociales de Europa, están detectando un fenómeno que denominan con expresión de hoy, "brotes verdes religiosos", grupos, comunidades de hombres y de mujeres que se habían apartado de la Iglesia o habían renunciado a ella y que vuelven a su redil pero con una actitud religiosa nueva, dispuestos a vivir la fe como un encuentro personal con Jesucristo que da nueva inspiración y abre nue– vos horizontes a la existencia. Consecuentes con sus relaciones con Jesu– cristo, tratan de acomodar su vida a los postulados del Evangelio. Estos nuevos católicos, junto con los que de siempre han cultivado una fe verdadera, están en sintonía con la descripción que hace Bene– dicto XVI del cristiano para una sociedad secularizada: "Todo bautizado -decía Benedicto XVI- de una forma o de otra, está llamado a seguir el ejemplo de los mártires con el martirio de la vida or– dinaria, un testimonio particularmente importante en nuestra sociedad secularizada, este testimonio debe consistir en la pa– cífica batalla del amor, mantenida incansablemente en la difu– sión del Evangelio y nos compromete hasta la muerte". (Sl 20
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