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de noviembre tomaban posiciones en torno a Madrid y el Alto Mando de los sublevados planeaba la ocupación de la ciudad. El General Varela or– ganiza cuatro columnas, las dos primeras mandadas por Castejón y Asen– sio penetrarán en Madrid por el Oeste; Casa de Campo y Ciudad Universitaria y las otras dos mandadas por Barón y Telle desde Caraban– chel se internarán en la Capital por el puente de Toledo. El avance tan rápido de sus ejércitos crea gran euforia en la Zona "Nacional" , se piensa que la conquista de Madrid es cuestión de días. En el Gobierno de Madrid hay mucha tensión y nerviosismo. Decide trasladarse a Valencia y deja en la Capital una Junta de Defensa, con la que las bandas de milicianos incontrolados tendrán total impunidad para actuar a capricho contra los perseguidos en la Zona Roja. En esta situación tan delicada y explosiva de Madrid se produce una alocución del general Queipo de Llano desde radio Sevilla, totalmente desacertada y de reacciones nefastas y trágicas en la retaguardia de la Zona Roja. La soflama del general decía textualmente: "Madrid será entregada a los nacionales por otra columna que no será de las que avanzan hacia la ciudad, sino por una que está dentro de ella, "la quinta columna'"'. < 38 > Las palabras de Queipo de Llano sembraron Madrid de sospechas, incrementaron los miedos, las histerias y la caza de brujas. El Gobierno del Frente Popular publicó un bando previniendo a la población contra las actividades de la "quinta columna" y la prensa izquierdista publicaba soflamas como estas: "Hay que fusilar en Madrid a más de cien mil fascista camuflados, unos en la retaguardia y otros en las cár– celes. Que ninguno de la quinta columna quede vivo. Así impe– diremos que nos ataquen por la espalda".< 39 > Estos bandos invitando a la revancha prendió con especial virulencia en los famosos comités de Investigación Cívica, son los días de las horrorosas masacres de Paracuellos del Jarama, pero aparte de las masacres masivas, las in– numerables bandas de milicianos incontrolados multiplican sus asesinatos y como actuaban exclusivamente por su cuenta, no dejaban constancia alguna ni de la identificación de las víctimas ni el lugar donde realizaban los "paseos". Después de dar muerte a sus víctimas les cargaban en los camiones y les depositaban a la puerta de los cementerios o les desear- 202
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