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delicado saludo de la superiora y su pregunta de lo que deseaban, contestó el que hacía de responsable con una orden seca: iVayan saliendo las monjas de tres en tres, empezando por las más jóvenes! En pocas ocasiones se habrán visto simbolizados con tan subido re– alismo, el odio y la bondad frente a frente. El odio, sediento de exterminio, encarnado en aquellos visitantes, de cara broncínea y ojos sanguinolen– tos, vestidos con monos sucios y camisas desabrochadas enseñando su tez negra e hirsuta. La bondad y dulzura en el grupo de religiosas, esqueletos ambulan– tes, de color blanco amarillo, ensayando en sus labios y en sus ojos hun– didos, una dulce mirada y acogedora sonrisa, a la vez que la negrura de sus ojeras y los pómulos hirientes, que fueron antes mejillas sonrosadas, hablaban de la magnitud de los sufrimientos soportados. Las religiosas se mantuvieron en una serenidad envidiable, sin ataques de nervios, ni palabras de protesta, sin gestos de miedo, ni siquiera un la– mento. Se habían aprendido muy bien la actitud victima! de Jesús ante sus verdugos. Como dice una de las supervivientes. que se lo había oído al por– tero, también impresionado por la entereza de las religiosas "salieron del piso de tres en tres como mansas corderas al matadero". En la calle y mientras se introducían en los coches, los milicianos se dirigían a ellas con ademanes rudos y expresiones soeces. Las introducían poco menos que a empellones, como ganado, sin tener en cuenta ni sus años, ni su sexo. Eran coches pequeños, por este motivo, tuvieron que hacer varios viajes. Lo más dramático y brutal ocurrió en la ultima expedición con una de las religiosas -Son Mª de la Asunción- que como ya hemos dicho es– taba reducida casi por completo a la inmovilidad. Los milicianos no tu– vieron con ella idea más humanitaria que la de darle un puntapié y echarla a rodar escaleras abajo. Solamente los ruegos insistentes de la Madre, y el ofrecimiento espontáneo del portero a bajarla por el ascensor, consiguieron que aquellos hombres inhumanos no consumaran sus bru– tales propósitos. 200
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