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de sus corazones, afrontaban los sufrimientos con el espíritu de fe, gene– rosidad y valentía que les pedía la Madre. La última cena. Las Concepcionistas de San José van a vivir la última jornada de su largo "camino de amargura". Es el día siete de no– viembre de 1936. El desenlace es ya inminente. Como todos los días, cuando se dio la señal de levantarse, poco a poco, el espíritu con angelical resignación se impondría a las exigencias legítimas de aquellos cuerpos tan castigados por las renuncias y que ape– nas tenían ya energía para pedir un trato más humano. Hicieron sus rezos de la mañana tomaron, si así podía llamarse, su desayuno y a las once de la mañana tuvieron una sorpresa gratificante: lle– garon algunas religiosas que residían en casas particulares o de la familia. Las visitas en la última época -ya lo advertimos- eran muy raras en esta planta séptima de Manuel Silvela, 19, por su peligrosidad. En los dos meses últimos, desde que los milicianos pusieron vigilancia permanente en la puerta y el piso fue transformado prácticamente en cárcel, las reli– giosas solo recibían algunas visitas especiales, como la del Sr. Wenceslao, de Sor Consuelo, religiosa de la caridad y hermana de Sor María del Sa– grario y un joven afiliado a la F.A.I. La visita de hoy, por muchas razones, era prueba exquisita del ca– riño fraternal. También podría considerarse como caricia del Señor, en forma de ligero alivio, en medio de la situación límite en que vivían se– pultadas las futuras mártires. El encuentro, como acabamos de sugerir, demostró en las religiosas visitadoras un tierno y fuerte amor fraterno hacía las hermanas en cauti– vidad. Sólo cuando se ama mucho y de verdad, hay coraje para afrontar los grandes riesgos que entrañaba esta visita, que pudo costarles la vida, circunstancia que no estuvo muy lejos, como luego veremos, y que las visitadoras lo dieron todo por bien empleado con tal de llevar a sus her– manas un poquito de cariño, de calor y de consuelo. Las horas vividas en entrañable convivencia fraterna, tuvieron la efica– cia bienhechora y reconfortante de que las "encarceladas" olvidaran, al menos por unas horas, el montón de calamidades en que estaban inmersas. 197
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