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horas; al fin las dejaron en libertad, pero antes las registraron una, por una, eran en torno a cuarenta. Para registrarles les obligaron a despojarse de toda la ropa. A Sor Corazón de María no la hicieron pasar por ese momento violento, porque estaba las últimas y cuando faltaba por regis– trar unas diez. Los milicianos les dijeron: "Ya estamos cansados de registrar, podéis marcharos". Burdo engaño. Se dan situaciones en la vida tan misteriosas e in– explicables para nuestra pobre inteligencia humana que sólo podemos limitarnos a respetar y aceptar el trasfondo de los ocultos designios de Dios que , como suele decirse, escribe derecho con líneas torcidas. Sor Beatriz y Sor María del Sagrario habían salido del piso de Ma– nuel Silvela y se habían alojado en casa de un policía, circunstancia que, humanamente hablando, favorecía escurrir mejor el bulto a la rapacidad criminal de los milicianos, aunque a veces tuvieran sus sustos, como aca– bamos de ver. Un comportamiento extraño y humanamente desconcertante en la Madre Superiora dio brusco viraje a la situación y al futuro de las dos re– ligiosas y enfiló la proa de su existencia directamente hacia el martirio. Los acontecimientos ocurrieron de esta manera, según el testimonio de una de las protagonistas. Ya advertimos que las religiosas que no pu– dieron ser alojadas en casas particulares permanecían en el piso que la Orden había alquilado en la calle Manuel Silvela, 19. Eran nueve en total. Con ellas estaba la Madre, que, fiel y coherente con lo que había prome– tido desde el principio, nunca se separó de la comunidad, sobre todo por consideración a las ancianas y enfermas. Hasta la segunda quincena de octubre, la Comunidad disfrutó de relativa tranquilidad, aunque estaba ya localizada por las células socialis– tas de las Ventas. Vivían con bastantes estrecheces, porque sus recursos económicos no daban para más, pero como aún no estaban permanen– temente vigiladas en el piso, personas amigas de las monjas, les propor– cionaban algunas ayudas, que unidas a su gran economía , y espíritu de sacrificio les permitían ir defendiéndose. 190
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