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abandonos anteriores del convento, de conflictos callejeros, de algara– das de las masas para los que bastaba tener paciencia y esperar más o menos días hasta que la crispación remitiera. La conmoción social en la que estaban ahora envueltas era de mucha más envergadura. Se trataba de una sublevación militar contra el gobierno, desconocían lo que la intentona podía durar y, sobre todo, la reacción de las masas de Madrid, su comportamiento rabioso y revanchista durante el con– flicto. A sus mentes afloraban muchas preguntas importantes sin res– puesta de momento. No dudaban de la protección paternal del Señor en aquellos momentos de máximo peligro, pero les costaba controlar su sensibilidad femenina fácil para la angustia y la preocupación, en aquellos momentos de total incertidumbre. Peor que delincuentes comunes. Desde el día 19 de julio hasta su holocausto el ocho de noviembre de 1936 a las religiosas Concepcio– nistas, como a los demás religiosos o sacerdotes, en zonas dominadas por el Frente Popular, se les negó todo derecho como personas, hasta el de la vida. Se les miraba como enemigos peligrosos del pueblo y, por tanto objetos de persecución implacable. Si eran apresados se les ejecu– taba, muchas veces, hasta sin simulacro de juicio. Esta situación de personas peligrosas no les permitía disfrutar de li– bertad alguna como cualquier ciudadano. Debían de andar con mucho cuidado, si forzadas por la necesidad necesitaban salir a la calle. Los en– cuentros con patrullas de milicianos eran siempre de consecuencias im– previsibles. Por este motivo, las religiosas se vieron obligadas a vivir siempre encerradas en el insuficiente espacio del piso. La estancia en el piso distaba mucho de ser medianamente confor– table. Con capacidad para una familia de cinco o seis miembros, tuvieron que acomodarse en él 18 religiosas, no estaba amueblado en condicio– nes, entre otras muchas cosas faltaban camas. Por este motivo, las más jóvenes dormían en el suelo envueltas en una manta, y si aquel estado de cosas se alargaba, como sucedió, se sentirían necesitadas de lo más imprescindible en alimentos, en cosas de aseo o medicinas. No olvidemos que salieron del convento poco menos que con lo puesto, provistas de las cuatro cosas de uso inmediato y habitual. 181
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