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hasta la mañana del día 19, como siempre se enteran a través del P. Ca– pellán y personas de probada amistad. La Madre Carmen comprende que se debe tomar medidas rápidas, porque la revuelta social que ahora aconseja el abandono del monasterio es de características más graves e inciertas. Las religiosas, participan a las ocho de la mañana, como de cos– tumbre, en la Eucaristía. Cuando iban silenciosas y recogidas camino del comedor, recibieron orden de volver al coro para consumir el Santísimo. Había ya en las monjas cierto nerviosismo, porque en la tarde anterior oyeron muchas voces y gritos de iMueran las monjas!, en las calles in– mediatas. La indicación de consumir el Santísimo disparó su imaginación y regresaron al coro, con mayor silencio y visiblemente preocupadas. El P. Capellán con rostro grave, donde se podía leer honda preocu– pación, después de consumir el Santísimo les dirigió unas palabras ani– mándoles a afrontar con absoluta confianza en el Señor el momento incierto y nada tranquilizador por el que pasaba España. Al terminar sus breves palabras les hizo esta pregunta: "Si las circunstancias lo pi– dieran, iestaríais dispuestas a dar la vida para manteneros fieles a vuestros compromisos de almas consagradas?" Todas contes– taron con un sí, firme e incondicional. Cuando finalizaron el desayuno, la Madre aparentando una sereni– dad que en su interior no tenía, informó a la comunidad de los graves acontecimientos que estaban sucediendo, las situaciones delicadas que podrían crear a la Comunidad y les rogó que, en todo caso, tuvieran en cuenta las palabras del P. Capellán. Como actuación inmediata -añadió- irían todas a sus respecti– vas habitaciones, se vestirían de seglar y provistas de lo más indis– pensable. Desde las once de la mañana estarían preparadas, porque en el momento que se recibiera aviso de que la calle estaba libre de personas sospechosas, saldrían del monasterio en dirección al piso de Manuel Silvela, 19, teniendo en cuenta, el orden y los grupos ya formados. 179