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parte exaltada y revolucionaria de la masa proletaria que al so– caire del sistema democrático y liberal y de la ceguera de algu– nos hombres representativos de los partidos republicanos, prepara con meticulosidad el asalto al poder y el exterminio de de la organización social".("' La Madre no veía el ambiente de la calle con garantías para volver a casa, pero como la tensión no remitía, a los veintiséis días, las religiosas volvieran al monasterio, pero convencidas que en cualquier momento podían volver a la calle en busca de mayor seguridad personal. Se cumplen los pronósticos de la M Abadesa. Los aconteci– mientos justificaron las sospechas de la M. Abadesa y las religiosas. El día 2 de mayo de 1936, la radio difundió una noticia que tenía todos los visos de monumental calumnia envenenada. Se dijo, desde una emisora, que unas religiosas de Cuatro Caminos -Hermanas de la Caridad- habían repartido a los niños del colegio caramelos envenenados y que muchos alumnos estaban internados en hospitales bajo los efectos de una grave intoxicación. Nadie en su sano juicio podía dar crédito a semejante infundió, pero los líderes sindicales y las masas por ellos catequizadas, aprovecharon la patraña, para organizar por toda la ciudad descomunales manifestaciones en contra de los religiosos. Los manifestantes del Barrio de Cuatro Cami– nos entraron por la fuerza en el colegio al que se atribuía el envenena– miento de los niños, maltrataron y arrastraron a las religiosas por la calle, sin que, en ningún momento, hiciera acto de presencia la fuerza pública. Ese mismo día de las manifestaciones, se personó en el convento con– cepcionista de San José un padre franciscano vestido de seglar e informó a la Madre sobre las violentas manifestaciones que se estaban produciendo en toda la ciudad. Reunieron a las religiosas en el coro para consumir el Santísimo en un ambiente de nerviosismo y angustia, luego las religiosas fueron a sus celdas, se vistieron de seglar y abandonaron el convento. La Comunidad sólo estuvo en esta ocasión tres días fuera de casa, pero las religiosas regresaron al convento persuadidas de que este juego arriesgado al escondite no podía durar indefinidamente. 175

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